No entiendo la oleada innecesaria de provocar miedo, miedo
entre las mujeres, entre las jóvenes ¿No hemos tenido ya suficiente? Hemos
vivido durante siglos bajo el yugo de la imposición cristiana, de la imposición
de una manera de ser, de un estereotipo sobre la buena mujer; bajo el yugo de
la culpa. Ahora que comenzábamos a liberarnos de los tabúes de nuestro sexo
pecador, nos llega la oleada del miedo. Miedo a los hombres, a nuestros
compañeros de viaje, no lo olvidemos; el viaje de una especie que, cierto, ha
estado teñido de muchos fracasos, entre ellos unas religiones que han
establecido demasiados dogmas. No fabriquemos otros.
Sin embargo, la sociedad ha comprendido que ambos sexos se
necesitan, que ambos sexos caminan de la mano, aunque nuestra biología sea
distinta. Nos queda todavía un camino por recorrer a ambos. La mujer debe
desprenderse de su exacerbada protección hacia sus cachorros, porque, no lo
olvidemos, las mujeres nos ponemos nuestros propios límites. Abandonamos
nuestra carrera profesional por criar a los hijos porque no aceptamos que los
críen sus padres.
Hay quienes apuntan que los hombres preguntan si tienen que
manifestarse con las mujeres por la igualdad. Recuerdo que las jóvenes veíamos
con indiferencia cómo los chavales se iban al servicio militar obligatorio. Las
madres no, pero las hermanas sí.
Miedo no hay que tener y menos al hombre que nos acompaña en
la aventura de la vida. Respeto a todos los niveles; respeto a lo diferente
porque todos somos diferentes individualmente y entre sexos.
Lo bueno y lo malo se definen más con el respeto hacia el
otro, que con la forma en la que te ven los demás, porque encontrarás
definiciones varias sobre lo bueno y lo malo. Si respetas, no creas que serás
respetado, porque la condición humana es variable.
El mundo no es un lugar seguro. Hay asesinos; matan igual a
hombres que a mujeres. Tienen otras prioridades. No respetan más que a sí
mismos y a sus necesidades. Pero eso ya lo sabemos.
Por eso no hay que tener miedo. Porque pediremos más
seguridad, y esa seguridad, además de ser imposible, nos llevará a una falta de libertad. Más controles,
más aislamiento. Miedo no porque se convierte en una obsesión que creemos ver en cualquier lado. Ya vale de creer en fantasmas. Seguridad en una misma, en lo que piensas, en lo que
eres, en lo que reflexionas. No hay monstruos que van a por ti, que llegan de
fuera; estás dentro del monstruo, una sociedad que tiene que avanzar eliminando odios y no creándolos.
En el caso de las mujeres, tenemos que enfrentarnos a nuestros propios demonios, a nuestros miedos,
a nuestras culpas asumidas; pero junto a ellos y a sus propios demonios.
VOY A TRABAJAR SOLA, DE NOCHE, AISLADA. NO ME INFUNDIREIS
MIEDO. ESO SERÍA LIMITARME, HACERME DIFERENTE A MIS COMPAÑEROS Y SOY IGUAL.