miércoles, 27 de febrero de 2019

MI PADRE NO ERA MACHISTA ¿SERA EL TUYO?

Siempre en mi recuerdo
Mi padre fue mi mejor amigo. No porque quisiera serlo, sino porque lo fue sin querer. Tenía 15 años más que mi madre. Ella siempre estaba celosa porque su trabajo le obligaba a viajar. Era un autodidacta de los negocios, un hacha. A mi me encantaba verle llegar e ir corriendo para que me contase todas las cosas que había visto; me traía postales de los sitios, porque se las pedía. Mi madre, pobrecilla, sentía celos, y le gritaba, yo me ponía entre ellos; mi padre, como la quería mucho (no en vano se fue a buscarla a Paris para pedirle que se casase), espantaba moscas con la mano en la cabeza; luego se marchaba un rato al bar a ver si se calmaban los ánimos. Y se calmaban y luego mi madre se tranquilizaba y todo era paz y risas. Mi madre con sus celos truncó, en cierta forma, el espíritu emprendedor de mi padre. Pero es que ella quería estar con él.

Mi padre y mi madre me dejaron la misma libertad que a mi hermano, cuando fuimos adolescentes. Cierto que yo la aproveché más. Ningún reproche.

Mi padre iba a buscarme a la fiesta donde estuviese, me aconsejaba que no hiciera auto stop, que él estaba dispuesto a ir a buscarme a cualquier hora; pero yo lo hacía, y si no me paraban, le llamaba desde una cabina y allí, al rato, aparecía él, con una sonrisa y algún consejo.

Recuerdo aquel día que me pilló la vaca haciendo el gamberro en fiestas. No logró meterme el cuerno porque pasé entre ellos debido a que soy delgada, y luego, un quinto mío, Juan Pablo, la llamó y  me la quitó de encima; porque la condenada se había cebado conmigo. Me llevaron al médico por los golpes recibidos, que eran muchos y variados; al poco llegó mi padre a la consulta y con una sonrisa me dijo: “qué hija de tu padre eres!” Tras unas horas, me fui otra vez de fiesta.

Cuando me fui a la Universidad, a Madrid, se sintió muy orgulloso porque me iba a buscar la vida sola, aunque me echaba de menos. Vino alguna vez a uno de los pisos alquilados y me enseñó a arreglar persianas. Todavía las arreglo y me acuerdo de aquel día.

Cuando regresaba al pueblo nos íbamos a tomar cañas, juntos, al bar de su amigo Recaredo, que siempre le estuvo muy agradecido por lo que había hecho por él; luego nos íbamos al bar Elía, que era de mis primos. Le encantaba salir conmigo y que le pagase la consumición. Pocos padres podían decir que salían con su hija de cañas.

Fue el mejor padre y el mejor marido. Hasta el último momento pensó en ella, en mi madre, siempre recordándome que, quizás, no había hecho suficiente por ella.

Por eso mi padre no era machista.

¿Será el tuyo?

jueves, 21 de febrero de 2019

YO ME TIRO AL DE LA GUITARRA

Estoy intentando aprender a tocar la guitarra, un poquito; en realidad, sólo aporrearla para que suene a algo. Me dice quien me enseña que debo llevar un orden a la hora de tocar; para ello me saca un metrónomo con el objetivo de que entre en ese orden que no logro localizar, ni oír. Nunca he tenido buen oído. Y yo sonrío, mientras pienso, el ritmo te lo voy a dar yo, si me dejas. Porque el tío es delgado, no muy alto pero con brazos perfilados por los músculos, tipo macarra, una penetrante mirada de ojos verde marrones y una sonrisa medio socarrona que te atraviesa. Yo le miro y él me habla de notas, de acordes, de trastes y mi imaginación trastea con otras cosas.

Al final tengo que decirle que si me quiere meter un orden al desorden hecho mujer, a la que quiere enseñar a su perro a buscar las llaves porque es incapaz de encontrarlas, la que tiene cajones donde todo se guarda y nada se encuentra, la fugitiva del deber, la que va al dentista con su hijo y le hablan a él para establecer la próxima cita, tiene un arduo trabajo por delante. Bueno, añado, tú inténtalo, pero ese cacharro sigue tan constante que me está poniendo nerviosa. No sé si aprenderé, pero, de repente, el objetivo ha variado un poquito. Lo que me apetece es ponerle a ese tío otro ritmo; y no el del metrónomo que, por cierto, es aburrido. Vamos! Que no se si aprenderé a tocar la guitarra, pero voy a hacer todo lo posible por tirármelo.

miércoles, 13 de febrero de 2019

APARCAR EN EL CENTRO DE TUDELA

Mi querida amiga y yo andamos liadas con nuestros coches y cómo aparcarlos. Vivimos en el centro de Tudela y llevamos un enorme enredo, haciendo cábalas para no tener que mover el coche cuando logramos una plaza en nuestra calle. Ella lo tiene más fácil, en cuanto encuentra algo, coge el coche de su padre, que tiene garaje, y se va a trabajar con él ( a 20 kilómetros, no vaya a salir alguno diciendo que vaya andando). Yo lo tengo más complicado. Una vez lo dejé justo frente a mi casa y me mordía las uñas pensando en cómo hacer para no moverlo de allí.

Cada día que nos vemos lo primero que comentamos es dónde hemos dejado el coche. Ella tiene mejor horario que yo, porque llega cuando empieza a haber huecos. Lo tenemos controlado eso también,

Total, que nos vemos las dos como el José Mota en su escena de “Aparcar en el centro de Madrid”, pero sin suegra dentro.

lunes, 11 de febrero de 2019

YO NO TENGO NI UN PELO…EN LAS AXILAS

Yo ya no entiendo nada. Me entran dudas o, más bien, es que no me encajan las piezas.

De vez en cuando tienes la sensación de que si tienes un cuerpo, denominemos, proporcionado (no quiero que me digan que estoy dominada por estereotipos), tal como la Pedroche, tienes que taparlo porque, si lo muestras, estás colaborando con el patriarcado dominador. Ahora bien, si tu cuerpo es más bien normal, tirando a carnes, me ha parecido entender, en algunos momentos, que lo mejor que puedes hacer es sentirte satisfecha, mostrarte como eres, ponerte camisetas ajustadas, que se vean lo michelines, porque así estarás colaborando con el emponderamiento de la mujer y su autoafirmación.

Y si ya ese cuerpo serrano lo adornas con unos pelos bien crecidos, entonces eres la reostia como mujer.

Pero luego salen las celebrities, la última Amaia Romero en los Goya, bien vestida de firma, tacones, peinada y maquillada, pero con pelos en las axilas como señal de reivindicación contra los cánones estéticos dominantes.

Y yo me pregunto: ¿pero no son las celebrities un canon estético en sí?

Si a las chicas del automovilismo se les acabó el trabajo, ¿por qué no hay desfiles de gordos y peludos?

Yo no tengo ni un pelo en las axilas, no me salen. ¿He evolucionado o me los tengo que pintar?

sábado, 9 de febrero de 2019

LO QUE DA DE SI UN PROTEGE SLIP

No, no me he puesto un salva slip en la frente para tapar una herida, ni lo he utilizado en mi bricolage casero.
Solo se me ocurrió preguntarme (a quién se le ocurre), de dónde había salido el término salvaslip, teniendo en cuenta que aquí lo llamamos bragas. Y aunque suponía que la cosa vino de fuera, porque aquí siempre hemos sido muy pudorosas, me puse a buscar en míster Google sobre este tema. Y el míster, siempre tan agradecido, me llevó hasta una página de una chica que acabó dejándome, literalmente, en bragas.

Según ella, los salva slip, compresas y demás utensilios de higiene femenina eran el símbolo de la imposición del hombre para hacernos sentir sucias y malolientes ¡Pecadoraaaaas!

Supongo, y sólo supongo, que la chica nunca pudo ver a aquellas mujeres que tenían que lavar esos trapitos de algodón que utilizaban como compresas, con los que empapaban la sangre de su regla, porque no era cuestión de ir goteando por ahí; del mismo modo que si nos hacemos una herida, intentamos limpiarla y taparla y no somos sucios por ello.

Tampoco creo que se diera cuenta de la liberación que supuso para la mujer estos elementos higiénicos opresores con los que la mujer pudo llevar pantalones (benditos tampones) y hacer lo que le viniera en gana.

No vamos a negar que se genere una gran cantidad de residuos; al fin ha llegado la copa menstrual. Pero de ahí a señalar a las compresas, tampones y copas como elementos opresores e indicativos de nuestra suciedad, creo que va un trecho neuronal.

Ni siquiera la regla nos hace sucias. Sólo mancha, al igual que el vino, el tomate, los calamares en su tinta y el palomino, y no vamos por ahí orgullosos con nuestras manchas.

Negar los avances que eliminan las trabas biológicas no me parece un buen progreso para la igualdad. Pero que cada cual haga lo que quiera.