jueves, 20 de diciembre de 2018

MIEDO NO

VOY A TRABAJAR SOLA, DE NOCHE, AISLADA. NO ME INFUNDIREIS MIEDO. ESO SERÍA LIMITARME, HACERME DIFERENTE A MIS COMPAÑEROS Y SOY IGUAL.

No entiendo la oleada innecesaria de provocar miedo, miedo entre las mujeres, entre las jóvenes ¿No hemos tenido ya suficiente? Hemos vivido durante siglos bajo el yugo de la imposición cristiana, de la imposición de una manera de ser, de un estereotipo sobre la buena mujer; bajo el yugo de la culpa. Ahora que comenzábamos a liberarnos de los tabúes de nuestro sexo pecador, nos llega la oleada del miedo. Miedo a los hombres, a nuestros compañeros de viaje, no lo olvidemos; el viaje de una especie que, cierto, ha estado teñido de muchos fracasos, entre ellos unas religiones que han establecido demasiados dogmas. No fabriquemos otros.

Sin embargo, la sociedad ha comprendido que ambos sexos se necesitan, que ambos sexos caminan de la mano, aunque nuestra biología sea distinta. Nos queda todavía un camino por recorrer a ambos. La mujer debe desprenderse de su exacerbada protección hacia sus cachorros, porque, no lo olvidemos, las mujeres nos ponemos nuestros propios límites. Abandonamos nuestra carrera profesional por criar a los hijos porque no aceptamos que los críen sus padres.

Hay quienes apuntan que los hombres preguntan si tienen que manifestarse con las mujeres por la igualdad. Recuerdo que las jóvenes veíamos con indiferencia cómo los chavales se iban al servicio militar obligatorio. Las madres no, pero las hermanas sí.

Miedo no hay que tener y menos al hombre que nos acompaña en la aventura de la vida. Respeto a todos los niveles; respeto a lo diferente porque todos somos diferentes individualmente y entre sexos.

Lo bueno y lo malo se definen más con el respeto hacia el otro, que con la forma en la que te ven los demás, porque encontrarás definiciones varias sobre lo bueno y lo malo. Si respetas, no creas que serás respetado, porque la condición humana es variable.

El mundo no es un lugar seguro. Hay asesinos; matan igual a hombres que a mujeres. Tienen otras prioridades. No respetan más que a sí mismos y a sus necesidades. Pero eso ya lo sabemos.

Por eso no hay que tener miedo. Porque pediremos más seguridad, y esa seguridad, además de ser imposible, nos llevará a una falta de libertad. Más controles, más aislamiento. Miedo no porque se convierte en una obsesión que creemos ver en cualquier lado. Ya vale de creer en fantasmas. Seguridad en una misma, en lo que piensas, en lo que eres, en lo que reflexionas. No hay monstruos que van a por ti, que llegan de fuera; estás dentro del monstruo, una sociedad que tiene que avanzar  eliminando odios y no creándolos.

En el caso de las mujeres, tenemos que enfrentarnos a  nuestros propios demonios, a nuestros miedos, a nuestras culpas asumidas; pero junto a ellos y a sus propios demonios.

VOY A TRABAJAR SOLA, DE NOCHE, AISLADA. NO ME INFUNDIREIS MIEDO. ESO SERÍA LIMITARME, HACERME DIFERENTE A MIS COMPAÑEROS Y SOY IGUAL.