viernes, 30 de septiembre de 2016

ES QUE VA A SU BOLA

El otro día, en el bar que está debajo de mi casa, donde tengo conversaciones muy interesantes con Rosa, una camarera dominicana encantadora, con esa mentalidad de mala mujer, como decía, vi entrar a una niña pequeña, de unos dos años, hablando y cantando, distraída de todo lo que había a su alrededor. Su padre iba detrás. Cuando me vio sonreír me dijo: hay que ir detrás porque va a su bola. Y como tengo la mala costumbre de que algunas frases me sugieran muchas cosas, esa frase de “ir a su bola”, en una niña pequeña, hizo volar mis neuronas, las pocas que me quedan.


¿Qué ha pasado para que perdamos ese ir a nuestra bola sin importar lo que gira a nuestro alrededor? Pues el padre que va a detrás que, al final, se pone delante y nos acaba diciendo que no se puede ir así, que tenemos que hacer lo que vemos alrededor y comportarnos como debemos. Desde que empezamos el colegio, allí ya nos uniformizan, dirigidos a ser todos unos niños inteligentes y aplicados, haciendo las cosas como se deben hacer, los comentarios adecuados y los análisis debidos. Y a partir de ahí viene todo lo demás, la creatividad disconforme empieza a ser moldeada.

Y es que los niños viven en su mundo, luego descubren el que hay alrededor y al otro, y se acabó lo que se dio.

Por eso me gusta caminar al revés.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TU ME HABLAS DE AMOR Y YO DE SEXO

¡Cómo hemos cambiado! Son cosas de las malas mujeres, ellas hablan de sexo y los hombres de amor. Puede pasar. Ya no somos las que esperamos a que nos saquen a bailar, ni, como en las otras especies de animales, las que esperan al macho alfa; no somos mujeres recatadas que esperan que se encienda el destello del amor. Ya no; las malas mujeres podemos hablar de sexo y no de amor. Podemos querer disfrutar de nuestros cuerpos, sin tener que introducirnos en una relación que pueda llevarnos a complicaciones o desilusiones. ¿Acaso las mujeres no nos volvemos cuando vemos un buen culito masculino?  ¡Anda ya! Si conversamos muchas veces sobre ello. Lo que pasa es que a la hora de admitirlo, la cosa se torna de repente inmoral. Sin embargo, no somos muy distintas a ellos.
No ha habido forma de encontrar una imagen
de una mujer mirando a un hombre.
Pero eso tiene su contrapartida; debemos estar dispuestas a que nos digan no, a que nos rechacen por ese mismo motivo. La igualdad también tiene ese aspecto y hay que estar dispuesta a asumirlo, no vamos a buscar solo lo bueno de la equiparación. Y debemos saber que eso supone renunciar a ciertas cosas. Aunque, todo hay que reconocerlo, puede que las malas mujeres queramos ese tipo de relaciones abiertas pero con algo de cariño, un abrazo, una caricia y respeto. Algo que se puede dar sin la sensación de propiedad que impera en algunas relaciones afectivas.
Sin embargo, estoy segura que seguirá imperando la pareja, aunque sean sucesivas.

lunes, 26 de septiembre de 2016

LA VENTAJA DE HACER LAS COSAS MAL

Ya sé que canto mal. No tengo oído o, peor aún, tengo otra cosa diferente, un estropajo. Pero ¿quién ha dicho que haya que hacer sólo lo que sabes hacer bien? A todo el mundo nos gusta cantar de vez en cuando. Yo lo hago en la ducha, ahí me da por Edith Piaff, no me pregunten por qué, algo anda mal por ahí, dentro del coco. En el coche canto de maravilla, me pongo la radio a todo trapo y disfruto como una enana; salvo cuando bajo la voz y me doy cuenta que mi voz estaba encubierta y que todo había sido un espejismo auditivo.

Actuación memorable en el Colegio Elvira España
Canto mal, sí, aunque tengo buena voz, pero sólo para hablar (algo tengo que tener bueno, ¿no? ¡Y no tengo abuela, ni novio!). El caso es que mis hijos no me dejan cantar; en cuanto empiezo a tararear algo me escupen a la cara: ¡mamá, por favor, que hay vecinos!

Pero no hay mal que por bien no venga. Cuando empiezan a discutir, a pelearse, a gritar, yo ni me altero, tengo las palabras mágicas: “como sigáis así  empiezo a cantar y no paro” ¡Oye! Mano de santo. Hacer mal las cosas también tiene sus ventajas. No es un método muy didáctico, ni educativo, pero funciona. Cada cual se busca sus maneras de educar. Aunque sigo sin poder cantar. Ya llegarán mis 15 días sin niños y ahí mis vecinos seguro que se enteran.

sábado, 24 de septiembre de 2016

QUE NO ME LLEVEN DE TIENDAS

No, no me gusta. Somos cada vez más las que odiamos esa actividad que para algunos es una terapia y para otros un placer. A mi me duelen las pantorrillas y los pies; y me mareo con tanta gente dando vueltas. Y es que a ciertas malas mujeres no nos gusta ir de compras y menos comprar ropa. Me resulta insoportable. No quiero e intento que la ropa me dure. Ya sé, malo para esta sociedad de consumo. Pero podemos consumir otras cosas más divertidas que un motón de trapos.

Igualitas, una hasta descolorida por algo, tunnig de camiseta
No siempre nos gusta ir de tienda en tienda buscando algo que no sabemos qué es. Lo que más odio es probarme, quitar, poner y otra vez a lo mismo. Y luego combinar colores, eso sí que es un endemoniado caos, así que acabo no saliendo de los mismos, el negro es la mejor opción, (por eso tengo el vestido negro) o el color blanco, pero este es muy manchoso y soy un poco descuidada. He llegado, por no mirar más, a comprarme un pantalón que no era de mi talla. En una caja está guardado. Lo mejor, internet, que ha venido a solventar esa vagancia.
Na, que no pienso salirme del vaquero y la camiseta. He llegado a comprarme tres camisetas iguales de distintos colores, para cuando se vaya gastando una, tengo otra y no tengo que pensar. Que siempre voy con lo mismo… No es cierto, te parecerá, pero no son las mismas.

jueves, 22 de septiembre de 2016

SI LA VIDA SE DEJA, YO LE METO MANO

Como dijo Sabina. Y ¿por qué no? ¿Cuántas veces nos hemos echado atrás a la hora de hacer algo, una improvisación, una locura, un salto, una risa, un comentario imprudente, algo que nos salía de dentro, no porque fuese malo, ya que no afectaba a nadie negativamente, sino porque nos parecía fuera de lugar, indecente, inmoral o cosas por el estilo?
Yo he decidido que la moralidad y los convencionalismos no van a ir conmigo de la mano; los he soltado y seguro que alguien los habrá recogido por el camino. Pero estoy dispuesta a que no me venzan esas normas no escritas, ese manual de comportamiento que nunca me entregaron, ni que me domine el qué dirán, ni el “no tienes edad para esas cosas”, ni “no te da vergüenza haciendo eso”, ni “eso no está bien” ¿Por qué? Porque soy mujer y madre, porque no tengo edad, porque hay que actuar con dignidad, con recato, con responsabilidad (esa la dejo para el trabajo y para otros compromisos).
Mira que me gusta la foto, eh?
La dignidad, en el sentido latino, está dentro de nosotros, no fuera. La dignidad que tengo es valorar a las personas por lo que son y hacen, no por su imagen o por lo que representan o por lo que tienen, valorando sus circunstancias y sus problemas, conociéndolas, antes de juzgarlas. Aunque es cierto que, de vez en cuando, me la han metido, y bien.
Como dijo Huxley, la heterodoxia es una amenaza mayor que un asesino, éste mata al individuo, la otra socava la sociedad.
Así que no me voy a dejar llevar por las apariencias y voy a seguir metiendo mano a la vida y si me permiten los de Facebook o algún resabiado o resabiada, compartiéndolo.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

QUE VIENEN LAS LENTEJAS!

Ya saben que lo mío no es la cocina, pero me atrevo con ella. Sin embargo, salvo los macarrones y algún plato francés (sí, soy capaz, la herencia genética) la cosa se me complica siempre. Las legumbres, por ejemplo. No puedo con ellas, no sé qué hacer con ellas, sólo me atrevo con las lentejas, quizás porque son pequeñas y se dejan hacer, aunque ambas acabamos despellejadas. Yo las lentejas no las hago con chorizo, que ya hay bastante por estos lares; las hago con pollo. Fundamentalmente, porque hay una cosa que se llaman pastillas de caldo que son mi gran ingrediente,  de las que hay de pollo, pero no de chorizo. No sé cómo no lo hay, con lo concentrados que están a veces. Ahora bien, creo que alguna marca ha sacado algo con sabor chorizo.
Como tengo hijos y los tropezones como que no (ya lo de poner bolsitas para batir, me supera, sobre  todo en ganas) frío el pollo, pechuga para ser más exactos, y llega el momento más delicado, echar las lentejas. ¡Sí! Porque ¿Cuántas lentejas hay que echar? Echo un poco, me parece poco; otro poquito y un poquito más y ¡hala! Medio kilo lentejas que te has echado. Luego el agua. No sé si lo hago bien. ¿Cuánta agua? Siempre me quedo corta. Y luego, van las lentejas y empiezan a hervir y a desmenuzarse, a despellejarse entre ellas como si hubieran entrado en guerra. Y yo que bajo el fuego para que no se destrocen de esa manera. Pero da igual, la guerra sigue. Y pienso por qué me hacen esto a mí.
Qué más da. Mis hijos volverán a reírse de mí (¡cómo se lo pasan!) y yo a comer lentejas cuatro días, o mejor se las congelo. Jiji.

martes, 20 de septiembre de 2016

JANO SE CEBA CONMIGO

Puerta, del latín porta. Jano el dios que guarda las puertas de entrada y salida. Pues el puñetero Jano se ceba conmigo. Nunca atino a abrir las puertas de los establecimientos de la forma adecuada o peor aún, me estampo directamente con ellas. Hay puertas que se empujan, que se tiran (hacia dónde), que se abren solas, acristaladas y bien limpias, las muy traicioneras. Con estas últimas tuve mi gran altercado. Fue en Madrid, cuando estaba en la Universidad, haciendo no sé qué. Entraba a un Ministerio, de cuyo nombre no quiero acordarme, con una puerta acristalada inmensa y reluciente, en forma de medio cubo, que se abría hacia por ambos lados y el frente estaba cerrado. Al entrar ningún problema, vi  a la gente pasar. Pero al salir, decidida, habiendo cumplido mi misión, directamente me fui contra los cristales del centro que, por supuesto no se abrieron. Acabé en el suelo del castañazo y no les cuento las miradas del respetable. Para qué las limpiarán tanto.

La última, ayer, entrando a una aseguradora. Prevenida de mi incapacidad o de mi guerra contra las puertas, logré adivinar cómo se abría, hacia fuera; sonreí satisfecha; segura ya de mí misma, me lancé sin contemplaciones y me estampé con la hoja que quedaba cerrada. Si es que cuando las puertas te dan en las narices…. Para mirárselo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

ESE MANDO MÍO

Uno de los grandes placeres de estar sola es que el mando de la televisión pasa a estar única y exclusivamente en tu mano. Es lo que me pasa a mí durante 15 días. Lo malo es que la televisión te da muy pocas oportunidades de disfrute. Casi el mayor disfrute es tenerlo en la mano, sentir el poder de tocar las teclas e ir de una cadena a otra buscando algo que no vas a encontrar. Al final te preguntas para qué narices se luchará tanto por el mando. Casi hecho de menos los dibujos que me pone mi hija.
Por eso suelo tener dos cosas a la vez: la tele puesta y yo con el mando en la mano, y el ordenador en la mesita para todo.

Así que, algunos sábados y domingos, pillo ese mando, me tumbo en el sofá, me cargo de palomitas, patatas fritas o pipas, alguna cervecita para después y me lanzo a zapear un rato hasta que acabo viendo las películas europeas de la uno. Insufribles, malas a rabiar, pero sin anuncios, que es de agradecer. Porque eso de "volvemos en siete minutos" está bien para ir a la nevera, al baño o lo que sea, pero cuando ya estás acomodada en el sofá, esos siete minutos se hacen eternos.

Al final de lo que ponen en la tele no me entero de nada, pero me da igual. El mando es mío y está en mi mano. Pero dura poco, acabo de pasárselo a mi hija. Por fin volveré a ver a Clarence y Gumball

domingo, 18 de septiembre de 2016

¿DONDE DEJÉ EL COCHE?

Supongo que quien no tenga garaje tendrá el mismo problema que yo cuando necesita del coche. Cada mañana o en un momento del día, al salir por la puerta de casa, se hará la misma y eterna pregunta; esa cuestión que te martillea la cabeza y la deja en blanco, perdida en la inmensidad del enigma, de ese misterio que nos atormenta al dejar la puerta de nuestro hogar atrás y nos adentramos en la cuestión: ¿dónde he dejado el coche? Sí, porque cuando vas aparcando en lugares distintos, llega un momento en que ya no sabes dónde está. ¿Estará en algún lugar seguro, fuera de la zona azul? ¿Estará cerca, lejos, estará bien? Pero ¿dónde? Y tu mente empieza a deambular hacia el momento en que dejaste el coche, buscando ese instante. Mientras, ya en la calle, abandonada, sola ante la eterna pregunta, dudas hacia qué lugar ir y miras a un lado, y miras a otro. ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es mi destino? ¿Hacia dónde dirigir mis pasos?
En mi calle no hay manera. Canto el aleluya si lo logro
 Pues a encontrar el puñetero coche. Así que, después de cinco minutos de permanecer embobada en la calle, consigues descifrar el enigma mental en el que te habías metido y llegas a descubrir dónde lo dejaste. Buff! El alivio que se siente y la satisfacción del deber cumplido, casi dan ganas de volver a casa tras semejante ejercicio mental.

sábado, 17 de septiembre de 2016

HAY QUE SABER DESHACER LA CAMA, NO HACERLA

Qué tendrá, pero supongo que nadie odia su cama por la multitud de cosas que se pueden hacer en ella: dormir, leer, jugar a cosas de mayores y de pequeños. Es el mueble que jamás debe faltar. Pero tiene un pequeño fallo: hay que hacerla. Lo bueno es en verano. Hay gente a la que sorprende que me pueda pasar más de una semana sin hacer la cama, pero es cierto. Total, en verano, con la sábana bajera vas más que servido. La otra suele reposar en un costado o en el suelo hasta que alguien, yo o mis hijos, la recogemos para hacer el fantasma. Pero cuando los días van refrescando o llega el invierno la cosa cambia. Hasta hace unos años había que arreglarla más a menudo; sin pasarse, eh! que todos los días es un incordio. Además, es más importante saber deshacer la cama, que hacerla ¡Donde va a parar! Deshacerla es un placer y hacerla una obligación.

Por ahorrar fotos, vagancia que tiene una en sábado 
Pero llegaron los nórdicos y con alisarla un poco, la cosa termina rápido. Sin embargo, todo tiene un pero. Mira que lo ponen siempre complicado, porque para meter el nórdico en la funda, encajarlo en las esquinas y todo eso acabas hecha un lío. Mi hija se lo pasa en grande viéndome sufrir metida en esa puñetera funda, jurando en chino, intentado encontrar la salida a ese embrollo, que si esta esquina aquí, que la otra no está donde suponías, que se te cruza lo de abajo con lo de arriba. Y tú allí dentro, escuchando las risas y casi asfixiada.
Todo sea por el dulce placer de disfrutar deshaciendo la cama y no haciéndola.

viernes, 16 de septiembre de 2016

EL CAJÓN DESASTRE

Dicen que en cada casa hay un cajón para todo, donde se meten las cosas que van apareciendo y que todavía no han encontrado su lugar en la casa. Yo no tengo de esos cajones. En realidad, todos mis cajones son así. Las cosas se van metiendo en el cajón más cercano donde han sido dejadas después de su uso, lo cual conlleva un gran ejercicio mental porque a la hora de encontrar las cosas, tienes que hurgar en la memoria.

Uno de mis cajones de la cocina. Sí de la cocina.
Gracias a Dios (o mejor dicho, al diablo por mala mujer) lo que te quitan de orden, te lo dan por otro lado; y es así como las malas mujeres desordenadas logran desarrollar una memoria fotográfica fuera de lugar, consiguiendo vislumbrar dónde se encuentra el utensilio que estamos buscando. Lo malo es que esa memoria suele funcionar con efecto retardado y lo recuerdas siempre al día siguiente u horas después. Pero lo encuentras, y la satisfacción que supone, no te la quita nadie. Ahora ando buscando unas tijeras de costura que han ido de un lado a otro; no me preocupa porque sé que aparecerán en cualquier lugar, un día u otro. A ver cuándo se me enciende la lucecita exacta.

jueves, 15 de septiembre de 2016

LO QUE HAY QUE TENER

A estas alturas del diario se preguntarán qué características tiene que tener una mala mujer. Vamos a enumerar unas cuantas, aunque es un concepto nada cerrado y puede haber variantes. Cada vez somos más y con perspectivas muy abiertas.

1. Desorden mental: imprescindible para que se cumplan las demás. No sólo es capaz de hacer dos cosas a la vez, sino de hacer dos cosas y de manera distinta: racional y alocadamente.

2. Desvergonzada: pues sí, no tiene vergüenza de qué hace, cómo, ni con quién

3. Provocadora femenina: a las malas mujeres nos gusta provocar tanto física como mentalmente, aunque lo hacemos de una forma desordenada. Hay días que nos da por lo mental, otras por lo físico.

4. Vividora de su casa: la casa es para vivir, no para ser su esclava.

5. Responsable según niveles: es decir, laboralmente cumplidora; en muchas ocasiones comprometida socialmente y luego, a nivel personal, cumple lo que hay que cumplir, incluso con imaginación.

6. Infantil: tiene una niña dentro muy, muy, muy grande que le impide ver normas, por lo que no se rebela contra ellas, sólo que no las ve.

7. Irónica: la mala mujer suele tener problemas, pero los trata con ironía y jamás va llorando por las esquinas pidiendo compasión. Se ríe de ellos y mira de frente.

Seguiremos añadiendo por si alguna se siente identificada y se une al club

miércoles, 14 de septiembre de 2016

ESAS COSTRAS DURITAS Y DEMÁS SEÑALES

No reniego de las cicatrices que te deja la vida. Y menos de las de mis piernas, porque me recuerdan, cuando, de chiquilla, llevábamos esas rodillas redondeadas por esas enormes costras que manoseábamos constantemente a ver cuándo se caía ¡Qué morbo sentíamos tocándola, toda durita! La palpábamos y comparábamos unas con otras. No sé si han cambiado los niños o las calles. Lo cierto es que ya no se ven costras como aquéllas.

Se me va la pinza. Esto venía a raíz de mis piernas, delgadas sí, pero perfiladas. A mí me gustan. No quedan mal con una minifalda; lo malo es que no puedo saltar. Otra vez que me voy del tema. Si se observan las piernas al detalle, o en días como hoy en las que ya me he vuelto a meter donde no debía, se aprecia el desastre: la colección de pequeñas marcas que van quedando en ellas, producto de unas zarzas, como las de la foto de ayer, otras de una caída, un golpe con la puñetera esquina de la cama, una noche de juerga o unas sábanas de hotel excesivamente duras para la práctica de ejercicio nocturno. Buff! La de historias que llevan mis piernas en cicatrices cuando las miras. Si es que no tengo cuidado. Como siga así voy a tener que acabar diciendo que la belleza está en el interior. Bueno. Y tus piernas . ¿Qué tal?

martes, 13 de septiembre de 2016

VIVIR EN EL PARAISO

Según parece nos echaron del paraíso, aunque no lo tengo yo muy claro. Las malas mujeres intentamos vivirlo. Pero aceptemos pulpo como animal de compañía. Entonces, estamos en un lugar que no es tal, aunque lo parezca porque nos rodean maravillas. Sin embargo, condicionamos su disfrute a una serie de convenciones que seguimos a pies juntillas, algunos están tan condicionados que dejan el disfrute del Paraíso para después de morirse; que ya tiene tela.

Para mí que lo estamos haciendo mal, nos estamos perdiendo lo mejor. Entonces lo que hay que hacer es pensar en cómo debía ser ese Paraíso e ir tras él; lo más probable es que cada cual tenga su propio paraíso. Yo me lo represento tal cual el Bosco, y eso que en su época no podía dedicarse a plasmar más evidentemente lo que sugiere en algunas escenas. Porque sugiere y mucho. Vaya mezcla de personas. Vale que, a lo mejor, lo entendió como pecado, pero hoy ya no lo vemos así.

Pues nada, qué puñetas hacemos que no disfrutamos un poco más de este Paraíso y dejamos de pensar que nos han echado de él y que ahora tenemos que ganárnoslo. Yo prefiero disfrutarlo ya.

lunes, 12 de septiembre de 2016

ESE CAÓTICO ZAPATERO

Me sorprende y me atrae, pero no va conmigo. No hablo del ex Presidente. La cuestión es que veo que todo parece que tiene que tener su sitio, todo ordenado, nada fuera de lugar, nada que pueda romper esquemas. Nos dedicamos a buscar sitio a las cosas y a lo que no son cosas también. Así existen zapateros para los zapatos, llavero para las llaves, corbateros, jugueteros, pantaloneros.
Y la zapatilla sigue ahí, dando vueltas.

El zapatero es algo que, como el artilugio de colgar las llaves, siempre me trae de cabeza. Y eso que no tengo. Para qué, si sé que no lo voy a utilizar. Soy de esas que se quita los zapatos al llegar a casa, o cuando se sienta en el sofá o cuando, estando en la cocina, siente la necesidad de liberar sus pies; hay tantas ocasiones para quitarse los zapatos que mis zapateros andan por toda la casa; de hecho siempre suele quedar algún calzado debajo del sofá. Es donde hay que mirar cuando falta uno de los pares. Cierto, mis zapateros son inmateriales y no son muy ordenados, pero me apaño bien así. No me gusta que todo esté encajado en un solo lugar. Las malas mujeres somos caóticas.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Después de que el sol te diga que es de día

¿Recuerdan cuando eran jóvenes, pasados los 20 o antes, y llegaban a casa cuando el sol les anunciaba que era de día? Pues algo de eso le pasó a una amiga mía, mala mujer, que se fue a acompañar a otra a su trabajo de camarera. Ambas están creciditas y con hijos. El caso es que mi amiga llegó a las ocho y media de la mañana a casa, no estaban sus hijos, menos mal ¡Vaya ejemplo para cuando sean mayores! Y claro, ese día se transformó en un día casi perdido. Echarse a la cama a esas horas y levantarse a las 4 de la tarde es un verdadero desequilibrio mental.


Esas pequeñas culpables
Ante un hecho como este, la pregunta es lógica y como era de esperar no pude más que decirle: ¿qué hiciste al levantarte: desayunar, comer, merendar…? Pues lo que hizo fue una mezcla de todo: un bocadillo de sardinas, con pan congelado. Toda una mala mujer. Eso sí, tras esa noche en la que disfrutó a lo grande, vinieron los típicos: ya no tengo edad, no vuelvo a salir, no vuelvo a beber, no, no, no…... Ya. Hasta la próxima. Y ¿por qué no? Un día perdido por una noche ganada. Le dije yo. Estas malas mujeres.

sábado, 10 de septiembre de 2016

¿QUE NO SABEMOS APARCAR? ¡JA!

Lo siento chicos, vais a tener que cerrar esa boquita porque sabemos aparcar hasta en los lugares más inaccesibles. Vale que una está curtida en la falta de aparcamiento que existe en el centro de Tudela, donde vivo, y, por tanto, si encuentras un hueco más vale que lo aproveches como sea. Y eso que mi coche no es pequeño, un Peugeot 407 de 11 añitos, lo compré con 10; así están las cosas, como para tener garaje.
Le hace falta un lavado, pero bueno.
El caso es que, a mediodía española (dos de la tarde o más), llegaba a casa de un triangular de fútbol que había jugado mi hijo con el Tudelano, ganando, todo hay que decirlo, para algo una es madre. Sabía que Tudela celebraba el Mercado medieval, justo alrededor de donde vivo, con lo que tenía pocas esperanzas de aparcar. Sin embargo, encontré la lotería del hueco y era imposible eludirlo, aunque era pequeño. Eso o irme a unos 600 metros cuesta arriba, con el peso de ciertas compras realizadas. Y lo logré. Salí satisfecha del coche y, de repente, alguien desde una ventaba me felicita; era una señora que había apostado con su hijo si era chico o chica la que estaba logrando aparcar en ese hueco tan pequeño. Como comprenderán la madre dijo chica y ganó ella. ¡Chupad del frasco carrasco! ¡Morded el polvo que os vamos a superar! La necesidad, como siempre.

 

viernes, 9 de septiembre de 2016

El ataque de las morcillas asesinas


 
Me lo tengo merecido por no seguir mis normas. Cuando estoy sola lo mejor para comer es cocer: cocer una cacerola de macarrones, de arroz, de lentejas (sólo en invierno, en verano latas). No la cumplí y el resultado fue un ataque indiscriminado de unas morcillas, sin piedad. Después de donar sangre, lo donantes me dijeron que era bueno comer morcilla para reponer sangre. ¡Y una leche bueno! Me puse a freír morcillas y las muy condenadas me atacaron vilmente haciendo saltar el aceite. Y como iba sin camiseta, para variar, cómo se aprovechaban. Yo intentando poner periódicos en el suelo para que aquello no acabara hecho un cristo y las morcillas y las mocillas lanzando sus daros por la espalda; al levantarme para defenderme, siguieron por delante. Conseguí retirarme e intenté restablecer mi defensa armándome con una tapa de cacerola con la que fui hacia delante intentando evitar sus lanzallamas.
Que sepan que acabe con ellas. Hubo ciertas heridas, pero lo peor es que hubo que limpiar los estos de la dura batalla. No me extraña que cuando alguien se enfada te envíen a freír mocilla.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

VUELVE LA PESASILLA

Sí, pesadilla. Los niños no son los únicos que vuelven al cole, también los padres. No sé cómo será ir al cole en una casa ordenada, pero en mi casa da igual que sea el primer día, siempre se arma la marimorena: corriendo a toda prisa diciendo termina el desayuno…, apaga la tele; y de una lado para otro buscando el cepillo del pelo que, vaya por Dios, no está en el baño; luego la raya del calcetín de mi hija, que siempre le molesta; ¿Dónde he dejado el almuerzo? Corre que no llegamos; la parsimonia de ellos ¿Dónde he dejado las llaves y las gafas?

Y queda recoger los restos, cepillo incluido. A ver si llega al baño.
Y menos mal que vivo frente al colegio, que de no ser así, no llegaría nunca. Estrés de vida. Y luego, cuando sales del patio del cole, haces buff, hoy he llegado, mañana veremos. Pero, todavía queda forrar libros y muchos días por delante. Esto acaba de empezar.

lunes, 5 de septiembre de 2016

ESE APARATO CALIENTE

A ver, no vayan a divagar. Hablo de la plancha. Un aparato que tengo, pero que sólo uso a lo sumo una vez al año. La tengo pequeña y guardada en el fondo de un armario porque no entiendo eso de planchar la ropa. Para mí la ropa no se arruga, eso son apreciaciones subjetivas de cada cual. La ropa es como es y queremos que sea de otra manera. Yo no soy perfecta y mi ropa tampoco.  Mi ropa tiene arrugas, no muchas, porque soy de esas que se dedica a tenderlas muy bien y del tendedor van directamente al armario.

Yo también tengo arrugas, no me las plancho, sólo las cuido. Igual que la ropa, la cuido, pero ni hablar de plancharla. Eso queda para quien quiera sufrir por tener la ropa supuestamente perfecta.

domingo, 4 de septiembre de 2016

MIS QUERIDAS BOLAS

¡Qué genialidad! Y es que la prevención de la salud suele ser una puñetería, puesto que se basa habitualmente en dejar algo; dejar de fumar, dejar de comer, dejar de beber, dejar el sofá por correr…. Sin embargo, estas bolitas son ideales para prevenir posibles pérdidas futuras, sobre todo para quienes hemos tenido hijos. Y además tienen otros componentes nada despreciables que puedes aprovechar sola o acompañada. ¡Uaggg, qué pasada! Mientras los hombres disfrutan viendo dar patadas a una bola grande, nosotras podemos pasarlo bien con estas bolitas.
No entro a valorar cómo la inventaron, me la suda; el resultado es lo que importa, una buena musculatura, de esas que no se aprecian a simple vista. Con estas, no hace falta ir al gimnasio para hacer músculo. Luego, si la suerte te acompaña, hasta puedes hacer algo más de ejercicio.
Un tipo de musculatura que no sirve para enseñar, ni para luchar, sino para dar besos como el de Singapur. Si es que a las mujeres no nos hacen falta armas, con una bolitas…todo apañado.

sábado, 3 de septiembre de 2016

HOMENAJE AL BOTELLIN

Hoy, después de dos meses pensando si podría llegar a ser un objeto decorativo como lo es el botijo, he dicho adiós al botellín de agua medio vacío que permanecía en el mueble de la televisión. Llegó a casa una tarde del mes de junio, tras unas horas disfrutando con mi hija y sus amigas en el parque. Lo dejé ahí y ahí ha permanecido. Alguna vez he limpiado el polvo, pero como quedaba agua, lo levantaba y volvía a su lugar. Algunos días, tumbada en el sofá, lo observaba y me decía, para qué lo sigo teniendo ahí. Pero seguía tumbada y se me olvidaba. Después,  empezó a darme pena tirarlo, me había acostumbrado a su presencia, como si fuese una obra de arte moderna. También hay quienes coleccionan botellas de vino, cerveza…Un pequeño botellín de agua medio vacío, en cambio, nadie lo guarda, salvo las malas mujeres que se olvidan de tirarlo. De todas formas, si hubiera sido de cerveza seguro que no quedaba nada dentro.

Siempre quedará la foto como recuerdo de tu presencia.
Pues nada, ya está en proceso de reencarnación. Vaya suerte que tienen lo botellines que pueden reencarnarse, aunque a lo mejor no les gusta en qué se reencarnan. Quizás vuelva de nuevo a esta casa, quién sabe.

viernes, 2 de septiembre de 2016

TRASTOS DE MESA

Esta sociedad está hecha para familias muy tradicionales, de no ser así que alguien me explique para qué sirven esas enormes mesas de comedor que, además, tienen alas para hacerlas más grandes, tanto que no hay sitio para otra cosa en pisos como el mío.  Una mesa de seis para una familia de tres cada 15 días y para una persona otros 15. Pero como aquí estaba aquí sigue, a la espera de que me decida a mandarla a paseo. Mientras tanto sirve para ir amontonando cacharros varios, unos indefinibles, otros como papeles, juguetes, colecciones varias para los niños y otros elementos en espera de lograr una ubicación adecuada. Cosa harto complicada, pues su indefinición lleva a que no sepas dónde puñetas dejarlos. Lo de clasificar cacharros es una historia diferente que habrá que analizar otro día. Por lo pronto, si estamos tres, comemos como nos da la gana, uno en el comedor frente a la tele (por llamarlo de alguna manera), otro en su habitación con el ordenador y yo un ratito aquí y otro allá. Total, cada cual tiene su horario. 
 
Puede llegar a haber de todo encima de la mesa

Además, siempre dicen que la hora de la comida es un momento idóneo para hablar todos, pero no me cuadra con eso de no hablar con la boca llena. Así que ya hablamos después de comer, tumbados boca arriba en la cama, mirando al techo y riéndonos un rato de cómo está la mesa.

jueves, 1 de septiembre de 2016

ME GUSTA SER EVA

De hecho me siento como Eva cogiendo del fruto prohibido, directamente del árbol para comérmelo ahí mismo. Robando un trocito de placer. Sí, así me siento cuando, en mi trabajo, paseando por los campos, disfruto de uno de los momentos más apetecibles. Los osos me entendería muy bien: la llegada de las moras. Sí, moras. Por donde paso en mi trabajo ahí están, ese hermoso fruto negro, dulce, delicioso y casi prohibido, por lo que pinchan las condenadas zarzas. Hay gente que va a recogerlas en bolsas y cajas para llevarlas a casa. Eso es demasiado premeditado. Se pierden el placer de comerlas del árbol, cogerlas allí mismo y relamerte una tras otra.  Mientras comes, observas cuál va a ser la próxima, rebuscando con los ojos la que más te llama la atención. Me encanta alcanzar aquéllas que están fuera del alcance de la mano y que penden hermosas reclamando, llamando y sugiriendo. Y allí que me voy, como Eva a por la manzana prohibida, hacia esas moras, subiéndome como puedo a cualquier lugar para atrapar ese fruto delicioso. Como cuando éramos niños y nos gustaba coger las frutas de los árboles para ser perseguidos por el dueño.

¡Qué gusto ser Eva y poder pecar una y otra vez! ¿A que sí?