¿Recuerdan cuando eran jóvenes, pasados los 20 o antes, y
llegaban a casa cuando el sol les anunciaba que era de día? Pues algo de eso le
pasó a una amiga mía, mala mujer, que se fue a acompañar a otra a su trabajo de
camarera. Ambas están creciditas y con hijos. El caso es que mi amiga llegó a
las ocho y media de la mañana a casa, no estaban sus hijos, menos mal ¡Vaya ejemplo
para cuando sean mayores! Y claro, ese día se transformó en un día casi
perdido. Echarse a la cama a esas horas y levantarse a las 4 de la tarde es un
verdadero desequilibrio mental.
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Esas pequeñas culpables |
Ante un hecho como este, la pregunta es lógica y como era de esperar no pude más que decirle: ¿qué hiciste
al levantarte: desayunar, comer, merendar…? Pues lo que hizo fue una mezcla de
todo: un bocadillo de sardinas, con pan congelado. Toda una mala mujer. Eso sí,
tras esa noche en la que disfrutó a lo grande, vinieron los típicos: ya no
tengo edad, no vuelvo a salir, no vuelvo a beber, no, no, no…... Ya. Hasta la
próxima. Y ¿por qué no? Un día perdido por una noche ganada. Le dije yo. Estas
malas mujeres.
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