La última, ayer, entrando a una aseguradora. Prevenida de mi
incapacidad o de mi guerra contra las puertas, logré adivinar cómo se abría,
hacia fuera; sonreí satisfecha; segura ya de mí misma, me lancé sin
contemplaciones y me estampé con la hoja que quedaba cerrada. Si es que cuando
las puertas te dan en las narices…. Para mirárselo.
martes, 20 de septiembre de 2016
JANO SE CEBA CONMIGO
Puerta, del latín porta. Jano el dios que guarda las puertas
de entrada y salida. Pues el puñetero Jano se ceba conmigo. Nunca atino a abrir
las puertas de los establecimientos de la forma adecuada o peor aún, me estampo
directamente con ellas. Hay puertas que se empujan, que se tiran (hacia dónde),
que se abren solas, acristaladas y bien limpias, las muy traicioneras. Con
estas últimas tuve mi gran altercado. Fue en Madrid, cuando estaba en la
Universidad, haciendo no sé qué. Entraba a un Ministerio, de cuyo nombre no
quiero acordarme, con una puerta acristalada inmensa y reluciente, en forma de
medio cubo, que se abría hacia por ambos lados y el frente estaba cerrado. Al
entrar ningún problema, vi a la gente
pasar. Pero al salir, decidida, habiendo cumplido mi misión, directamente me
fui contra los cristales del centro que, por supuesto no se abrieron. Acabé en
el suelo del castañazo y no les cuento las miradas del respetable. Para qué las
limpiarán tanto.
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