martes, 29 de noviembre de 2016

JUGUETES DE NIÑOS Y NIÑAS

Con la Navidad llega la consabida retahíla sobre los juguetes de niños y niñas y la necesidad de eliminar diferencias. Los mayores nos empeñamos en ello, cuando los peques lo hacen de forma natural. Queremos imponer nuestra visión igualitaria, cuando ellos son diferentes unos de otros. A mí nunca me gustó el rosa y, al final, a mi hija le encanta el rosa, aunque va empezando a cambiar y le encantan las armas láser. Hay a niñas que les gusta el fútbol y a otras que no. Hay niños a los que les gustan las  muñecas y otros las detestan, del mismo modo que las niñas pueden llegar a detestarlas. Bueno y ya los peluches, no sé en que lugar los ubicaríamos. Porque quienes los ubicamos somos nosotros.

Los juguetes son para jugar. Lo que quizás tengamos que cambiar  no sean los juguetes de los niños, sino nosotros y nuestras actuaciones, nuestras apreciaciones del mundo, nuestro modo de juzgar a nuestros semejantes; quizás lo que tenemos que hacer es jugar con ellos, correr con ellos, saltar y, sencillamente, darles un juguete, que ellos ya sabrán como interpretar el mundo que les rodea. Ellos actuarán con ese juguete en función de lo que hayan aprendido de nosotros.

Yo no voy a inculcar una igualdad impuesta. Lo que me interesa es que observe el mundo con los ojos bien abiertos y que entienda que somos iguales en derechos, aunque nuestros cuerpos sean diferentes. Porque nuestras niñas, por muy iguales que sean, serán mujeres diferentes unas de otras que, quizás, tengan hijos y, en eso, por ahora, en el parir, ganamos nosotras. Os chinchais, que no sabréis nunca lo que es eso.
Me he ido de un lado a otro, pero bueno, soy así.
 

domingo, 27 de noviembre de 2016

MI DESAZÓN EN EL DÍA DEL MAESTRO

Hoy es el día del maestro y ahora entiendo perfectamente a mi madre, algo de mala mujer me transmitió ella.

Recuerdo de pequeña que este día era una fiesta por las calles del pueblo. Los niños íbamos a las casas de los maestros, que así se llamaban porque tenían casas específicas para ellos, a llevarles unos presentes, unos regalitos. Imagínense cada año comprar algo para el maestro que, en las pequeñas localidades, solía ser varios años el mismo. Seríamos unos 20 niños danzando por ahí. El maestro nos abría la puerta de su casa y nos invitaba a alguna golosina.
A lo que iba, mi madre era de las fijas en cuanto a regalos: para las maestras colonia; el regalo de los maestros no lo recuerdo, pero el de ellas sí. No sé por qué. Lo cierto es que cada año me entraba una enorme desazón porque mi regalo para la maestra era siempre el mismo. Sin embargo, ahora la entiendo, para qué matarse la cabeza si de cualquier modo lo que importa no es un presente, sino el recuerdo que pueda impregnar en ti ese maestro.

Hoy en día sería impensable regalar una colonia así como así. Ya saben que si esta no es la mía, no pega a mi piel, no trasmite mi esencia; tiquismiquis que nos hemos vuelto. Malas mujeres como yo somos capaces de ponernos lo primero que pillamos, sea la Adidas de mi hijo o la Monster High de mi hija.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

ESTOY ARMADA Y SOY PELIGROSA

Ayer estuve de bricolaje ¿Quién ha dicho que el bricolaje no es cosa de mujeres? Lo que pasa es que vosotros sois demasiado metódicos y os encanta colocar todo antes, medir por un lado, por el otro, perfeccionistas en esos casos. Parece que vais a montar una cocina con muebles, cuando lo único que vais a poner es un clavo. En cambio, a las malas mujeres nos encanta coger esas armas siempre dispuestas, afiladas, rectas y usarlas directamente. El problema es que una tiene muchas manías, como todos. Entre esas manías está la que tengo con los taladros: jamás miro la medida de la escarpia o del taco y siempre acabo haciendo un agujero más grande. Me va el “ande o no ande caballo grande”. Luego tengo que apañarme y buscar en diversos lugares para encontrar un taco que se acople con el agujero. Pero es lo que hay. El control exhaustivo de todo, no es lo mío. Un poquito de caos viene de vicio.

Ahora bien, soy y somos las malas mujeres capaces de montar un mueble sin mirar las instrucciones. Primero, porque no tenemos paciencia y segundo porque, si se te ocurre leerlas, suelen liarte mucho más, sobre todo, si vienen traducidas por no se sabe quién.

De cualquier forma, no se preocupen. Los vecinos nunca se han quejado de mis agujeros. Pero cuando cojo un taladro, me emociono.

martes, 22 de noviembre de 2016

LIBROS DE COCINA: FUERA DE MI VIDA

No puedo con los libros de recetas de cocina. Sólo tengo uno y ni lo quiero mirar. De vez en cuando he intentado echar un vistazo, para ver si pillo alguna idea, pero me arrepiento enseguida, me entra una enorme depresión. Porque para cualquier plato, incluso para una puñetera tortilla, llegan a poner siete ingredientes diferentes, sin contar la sal. ¿Ustedes se imaginan qué cocina hay que tener? Yo, para una tortilla, sólo utilizo el huevo y el chorizo o, en su caso, la patata. Bueno, y ya no me pongo a mencionar los utensilios de cocina y aparatos diversos con los que hacer los platos. ¡Qué tienen algunos en sus casas! ¿Una cocina o un arsenal? ¿O una ferretería con apartado de supermercado? Si es que cada vez que me digo, voy a hacer un plato de estos,  me falta de todo, salvo quizás la sal y, si me pongo un poco atrevida, nunca tengo el ingrediente principal, a no ser que sea arroz o macarrones.

Mi único libro de cocina. Y me sobra.
Y luego, la destreza ¡Cómo puñetas corta la gente las cosas! Una habilidad que nunca he logrado conseguir. O el lenguaje: pochar cebolla, atemperar,  emulsionar, encamisar y la peor de todas, la pizca, la puñetera pizca de sal o de lo que sea ¿Cuánto es una pizca?

Así que he decidido no llorar en la cocina, cortar cebolla lo menos posible, que con los cuchillos no me llevo bien, y hacer lo que pueda. Bueno, de eso ya se habrán dado cuenta.

Y los libros de cocina fuera de mi vista, que no quiero deprimirme.

domingo, 20 de noviembre de 2016

PELUCHÍN 1 Y PELUCHÍN 2

Me encanta cuando mi hija me cuenta cómo ella y sus amigas manejan a algunos chicos. Hay dos, concretamente, a los que llaman peluchín 1 y peluchín 2 ¡Imagínense qué pueden hacer con ellos si ya les ponen esos nombres!: les persiguen, les atrapan, les revuelven el pelo, se montan a caballo encima, les hacen cosquillas, pero siempre sin hacerles daño. Ellos lo pasan en grande y ellas también. Dice mi hija que pesan poco y se puede hacer lo que sea con ellos, son muy manejables. Ahora bien, cuando algún otro intenta chantajearlas para que hagan algo a cambio de una chuches, ni hablar, y hasta se enfadan con la que se pliega.
Niñas de hoy, mujeres del mañana, y los pelos por la cara

Todo ello me ha llevado a preguntarme algunas cosas: ¿En qué parte del camino se nos queda esa determinación? O bien, las niñas de hoy serán mujeres de verdad; o bien hay algo, en algún momento, que nos deja sin esas armas de niña, sin esa autosuficiencia, sin esa independencia.

¿Qué pasará con peluchín 1 y peluchín 2? ¿Quién sabe? Lo más probable es que se conviertan en hombres y espero que sigan siendo igual de peluchines. Aunque a algunos, quizás, la actitud de los peluchines les disguste y les parezca cosa de poco hombres.

Yo también quiero un peluchín que se deje hacer lo que quiera!

sábado, 19 de noviembre de 2016

¿RESPONSABILIDAD?

A estas alturas de la vida, como mala mujer, todavía me pregunto qué es la responsabilidad. Una palabra, creo, muy sobrevalorada, que puede servir para todo. Los políticos la utilizan a mogollón y eso no la deja bien parada.
Entre nosotros es una palabra que condiciona . De hecho, hay hombres y mujeres que, llegados a una edad, no sé muy bien cuál, debe depender de algo, aunque creo que influye mucho tener hijos, eluden ciertas actividades por la posibilidad de una lesión o un pequeño accidente. No lo digo porque sí, sino porque una vez me lo comentaron cuando iba patinando con mi hija, y no fue aquella vez que me riñeron dos señoras, que también salió la puñetera palabra. Una mujer me dijo: yo no me arriesgo a patinar por temor a tener un accidente; luego se complican las cosas.

Sin embargo, por experiencia, las cosas se complican te montes o no en patines, te tires en paracaídas o te montes en una cesta, para subir a una torre de 18 metros a limpiar un nido de cigüeña.

Porque es así; muchos dirán condicionalmente, y si…, y si… Pues si llega el y si… ya se verá. El mundo no se acaba en los problemas, empieza con ellos, nada más nacer tenemos que aprender a respirar; así vas descubriendo lo grandioso y fuerte que puedes ser, aunque nadie haya a tu lado.

¡Uy! Me estoy poniendo filosófica. Además, si no me subo a 18 metros, y si no ayudo a la conservación de este planeta, y si no colaboro… qué tendrán esos hijos de herencia con tanta responsabilidad ¿Una casa? Sí, posiblemente, en un lugar inerte.

Así que decido ponerme los patines y tirarme por la rampa, aunque me empotre con un muro de hormigón. Que no será de extrañar, visto lo visto.

jueves, 17 de noviembre de 2016

LO SABÍA: TENIA QUE SER UN HOMBRE

Yo me lo suponía. Esta arma arrojadiza contra la mujer tenía que venir de la cabeza de un hombre. Mira que sois retorcidos, a veces. Vale, estamos de acuerdo en que los zapatos de tacón se usaban desde hace años para montar en los caballos, pero fue el Barón de Styletto quien dio nombre a los de aguja. Ya se quedó ancho el tío, ya.

Y ¿Cómo no se desliza el pie hacia abajo?


Sé que hay muchas mujeres que andan divinamente con esos tacones. No tengo ni la menor idea de cómo lo han podido lograr y, además, dicen que van más cómodas. Yo no lo discuto. Pero, como mala mujer, para mí este tipo de zapatos son una tortura que debiera ser denunciada: cada vez más altos y más estrechos; o rizando el rizo, altos, estrechos y con plataforma.

Es cierto que estilizan las piernas y que te hacen parecer más alta. Pero sólo lo pareces.

Y contra más altos y, para mí, complicados, más les gustan a algunos hombres, que lo tienen como un fetiche. ¿Se han fijado que en las películas porno las mujeres siempre acaban en la cama, pero con los zapatos de tacón puestos? Con lo bien que se va descalza o en calcetines. ¡Vale! En la cama, los calcetines no son muy eróticos que se diga. Ahí nos los quitamos, junto con todo lo demás deportivas o las botas, en mi caso, como las niñas pequeñas, el pie bien sujeto

martes, 15 de noviembre de 2016

LA MADRE QUE LA PARIÓ

Las malas mujeres tenemos que tener mucho cuidado si, además, somos madres; porque los niños son pequeños pero muy avispados  y cuando argumentas con ellos el tiro te puede saltar en un zasca en toda la boca. No es la primera vez que mi hija me deja, argumentalmente, en bragas. Porque, por ejemplo, cuando se le rompe un juguete siempre le digo que no pasa nada, que todo no puede durar siempre; para que no se entristezca. Sin embargo, llega el momento en el que acabas de comprarle algo y, como la torpeza parece ser genética,  no dura ni una hora. Entonces te  molestas un poco y le dices algo enfadada “pero cómo lo has roto ya” La respuesta es tranquila y convincente “mamá, como dices, las cosas no duran siempre”. De esas hay muchas.

Cuidado con ella, parece un ángel.

Pero lo último ya me dejó a cuadros. Su profesora me dijo que iba muy bien, pero que le costaba participar, aunque cuando participaba lo hacía con seguridad. Yo le pregunté si tenía vergüenza o había algún otro tipo de problema, sacando mi vena de madre comprensiva y atenta. Y llegó el zasca más grande que me han dado: “mamá es que yo pienso antes de hablar”.

domingo, 13 de noviembre de 2016

¿QUIÉN NOS HA HECHO CONSUMISTAS?

Ayer me paseé por el mercadillo de mi ciudad. Supongo que todo el mundo se habrá dado cuenta que casi todos los puestos están dirigidos a las mujeres; alguno hay de hombres, pocos, muy pocos, y alguno muy especializado. En general, el reclamo va dirigido a nosotras, que nos han convertido en compradoras de ropa y más ropa. Quizás los hombres compran otras cosas.

Reconozco que casi caigo en la tentación, por ese barato, barato: ¡cómo no vas a comprar y aprovechar la ganga! Pero me dije ¿para qué? Si tengo lo que necesito.
Algún hombre también se ve

Las mujeres deberíamos reflexionar, de vez en cuando, sobre nuestros propios defectos. Sí, porque son defectos con consecuencias más allá de las que, a veces, nos paramos a pensar: consecuencias, por ejemplo, ecológicas. Algunos dirán que la economía se mantiene con el consumo, pero ese consumo llevó también a la desaparición de muchas empresas españolas con la llegada de mercados donde la ropa era más barata y tenías más cosas, por menos precio. Y sigo diciendo ¿para qué?

No sólo hay que reflexionar de forma económica, también psicológica: ¿por qué compramos? ¿Nos sentimos mejor? ¿Nos sentimos más mujeres por tener mas trapos con los que adornar el cuerpo? ¿No es éste suficientemente bello? ¿O estamos adornando nuestro ser?

¿Por qué? Total, que no compré nada y me fui a tomar una caña con el dinero que me ahorré en un par de calcetines y unas bragas. Mucho mejor ¡Dónde va a parar! Me gané una distendida conversación.

sábado, 12 de noviembre de 2016

SIEMPRE BIEN DESPEINADA

No a todas las mujeres nos gusta ir de compras, ni pasar por la peluquería. Esa cita casi semanal con las peluqueras, empieza a ser cosa del pasado. Ya lo siento por ellas. Quizás sea porque las mujeres empezamos a estar más satisfechas y no necesitamos ese tipo de sustitutivos.

De todas formas, hay algo en el peinado que me espanta. Será cosa del carácter y de que tampoco puedo hacer otra cosa. No me repartieron ni oído, ni manos expertas en hacer manualidades. Y por eso mismo voy muy poco a la peluquería, tienen la costumbre de cortarte el pelo muy igualadito, muy arregladito y además dejarte peinada. ¿Y ahora qué hago yo? Me pregunto acongojada, porque una no es peluquera y no sabe hacer lo que le acaban de hacer. Y mira que les digo: a mi me lo cortas para no peinarme. Pues nada, al final se empeñan en peinarme.

Así que he acabado cortándome, sobre todo cuando me cabreo, un mechón aquí, otro por allá, todos desiguales, poco uniformes, un verdadero horror para cualquier profesional de peluquería; pero para mí una delicia. No tengo que darle al cepillo, ni al secador. Lo que me ahorro en luz y peluquerías.
Mirarse al espejo por la mañana, recién levantada, y encontrarse de cara con una imagen satisfecha de sí misma, capilarmente hablando, es de agradecer. Es verdad que los demás me verán despeinada, pero yo me veo estupendamente despeinada. Cuestión de miradas y perspectiva. Que ir adecuadamente despeinada también tiene su arte.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

CANAS ¿POR QUE NO?

Nunca entenderé por qué los hombres con canas resultan más interesantes y las mujeres siempre resultan mayores, viejas, descuidadas, para acabar con el ¡anda tíñete! Ha llegado un momento en el que veo a mujeres que conozco de toda la vida y ya ni me acuerdo de su color de pelo. ¡Cuidado! Que no critico que cada cual haga lo que más le apetezca. Pero lo que no entiendo es la mirada diferente entre hombres y mujeres.


Y ahora dices que no.
Porque una cosa es que te apetezca hacer lo que quieras con tu pelo, ponértelo verde, azul, morado o amarillo y otra muy distinta estar pendiente de esa raíz, esa maldita huella, esa pista que te arrastra al tinte casi obligada porqu
e hace desvanecerse algo en ti ¡Qué, la juventud! ¿Quién ha dicho que sea nuestro mejor momento?

Pues no, si nos salen canas es que somos mayores, nos van cayendo años. Y ¿qué? Sólo hay que llevarlas bien, saber que no condicionan. Lo que condiciona es la salud, no los años. Lo que condiciona es la cabeza, nuestro pensamiento que, con los años, debe adquirir la libertad que da la experiencia.

De cualquier forma, a mi me parecen interesantes los hombres con canas, los rapados musculosos, los de pelo largo con pintas de macarra… ¡Vamos, que me parecen todos interesantes! Siempre y cuando su cuerpo invite a un buen polvo ¡Qué narices! Las cosas como son. Luego algunos dejan de ser interesantes, en cuanto abren la boca, con canas o sin ellas. Lo mismo nos pasa a nosotras. Pero que te quiten lo bailao, a unos y a otras.

martes, 8 de noviembre de 2016

ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

Ya sé que son un éxito esos programas de cocina, master cheff y similares. Pero para cuándo un programa para aquéllos que tenemos en la cocina un arma de destrucción masiva. No sé cómo he llegado a este punto, pero hoy en día, sea la despreocupación que me inunda o quién sabe qué, lo cierto es que en mi cocina puede pasar de todo: quemé casi el horno con un intento de pudding muy sencillo que de tanto mirar, subir y bajar temperatura (no se me ocurrió mirar en Google) acabó carbonizado. He quemado no sólo comida, sino alguna cacerola, por distraerme cazando una mosca o escribiendo cualquier cosa. Salirme de mis platos organizados, esos que siempre son los mismos cada semana y que se repiten sin remedio en base a una lógica inexistente, es toda una aventura porque de un arroz puede salir una papilla. Por eso mis hijos preguntan cada día mil veces, qué hay de comer o cenar, por si suena la gaita y hay algo diferente. Han llegado a entrar por la puerta preguntando qué se ha quemado hoy. Y no quemo tanto, sólo que no me sale lo que tenía en la cabeza o mejor dicho en el gusto.

Así me van a sacar un día de la cocina
Lo sé. No tengo ningún interés por la cocina, por elaborarla. Eso sí, si voy a un restaurante rebaño hasta el plato. Ayer intenté hacer una especie de paella. Llegué a una conclusión: voy a tener que llamar a las Fuerzas Armadas cada vez que se me ocurra meterme en la cocina, salvo para cocer y vuelta y vuelta. O mejor a los bomberos, (no sé por qué tienen tanta fama, a mi me da igual el uniforme que sea; quizás por los calendarios).

Las aventuras, siempre y mejor, fuera de casa.

lunes, 7 de noviembre de 2016

PIO BAROJA, YA ENTENDIÓ ALGO DE LA MUJER

Hoy voy a dedicar mi entrada a Pío Baroja en uno de sus relatos “Los caprichos de la Suerte” en el que habla de dos mujeres y en sus palabras se observa su adelanto en las apreciaciones de la mujer. Y eso que, alguna vez, lo han tachado de misógino, pero no estoy de acuerdo. Y en estos párrafos se observa que no es así. Sólo las retrata y las respeta. Algo que no se entiende todavía hoy, por parte de algunos.

Elorrio quería llevar a Gloria “por el camino normal y corriente. Ella sentía como una cólera interior por haber fracasado en su matrimonio y ya no quería someterse a ninguna norma social aceptada (…) Tener un pequeño prestigio social, conocer gente, rehacer su vida, no quería pensar en ello. Tenía un fondo de aventurera”

“A Julia le pasaba igual. Esta se mostraba decepcionada por el matrimonio, pero si se hubiera observado bien a sí misma, hubiese visto que su situación y su ruptura matrimonial le gustaban, porque le dejaban un campo abierto para sus fantasías y libertad para hacer lo que le diera la gana”

“Las dos mujeres amigas eran capaces de trabajar en lo que fuera, pero después querían coquetear y divertirse con unos y con otros. La vida seria a ninguna de las dos la entusiasmaba. Habían perdido la ética de su categoría en su grupo social”.

¡Bravo! Esto lo escribió entre los años 1950 y 51 y algunos todavía ni se han enterado.

sábado, 5 de noviembre de 2016

¡AY! QUE SE EQUIVOCA LA OTRA

Que se equivoca dice mi vecina de blog. Lo que le podría yo decir. La de veces que me equivoco, como mala mujer, con la comida, (con las morcillas, sobre todo), con las puertas y tantas cosas. Equivocarnos nos equivocamos todos. Lo malo es que unos jamás los admiten y otros se pasan la vida admitiéndolo, aunque sea incierto. A las mujeres, a las malas les pasa mucho, les ha pasado siempre eso: han estado toda la historia siendo culpables desde Eva y Elena de Troya, hasta Amarna Miller, porque todas ellas tenían deseos y emociones.

Pero a lo que iba, que me pierdo. ¿Por qué alguien al que le gusta una buena conversación, un debate tiene que ser aburrido hasta las trancas? ¿Por qué debates y conferencias parecen hechos para gente seria y sosegada, que después de escucharla se va a casa a seguir reflexionando y leyenco? Pues no. Los griegos bien que lo sabían, mezclando la justa medida de pensamiento con un toque dionisíaco.
Así que, no tengamos prejuicios con todo; que a un buen debate puede suceder una conversación intensa en la barra de un bar con unos pinchos y diferentes puntos de vista. Pero, eso sí, las divergencias deben subsanarse poco a poco, birra va birra viene, mientras solicitas un buen pincho al dispuesto camarero o camarera, hasta llegar al Asturias Patria querida y ahí, fijo, todos tan amigos y los puntos de vista divergentes se van quedando adormecidos.
Así que vecina de blog y de cuerpo, pues somos las mismas, a veces, no está mal equivocarse.

jueves, 3 de noviembre de 2016

HASTA EL MOÑO DE LA DISCRECIÓN

Los hombres pueden aliviar sus penas en los bares, ya que se supone que no lloran. Hasta hay una gran canción que dice “quiero beber hasta perder el control”. Por pena, claro. Y, las mujeres ¿qué? A llorarlas en casa, mirando a la luna, rememorando, proyectando en las estrellas nuestros desvelos, o hablando con las amigas por teléfono, moqueando. ¿Tenemos que tener siempre control, ser comedidas, prudentes, discretas, cuidadosas? No vaya a ser que nos pase algo, que se nos vea demasiado, que vayamos solas por el mundo por caminos inadecuados; porque esa es otra; pero no es el momento.

Amores de barra, decía otra canción.
Pues a mi eso no me cuadra. Como mala mujer, estoy hasta las narices de tener que ser cuidadosa y discreta en mi actitud ¿Acaso nosotras no podemos estar tristes y decidir acercarnos a un bar a llorar las penas? Ya sé, no se me amontonen; ya sé que eso no arregla nada, que el alcohol te deprime más, que es malo para la salud, para las neuronas. Que eso ya lo sé; pero ¡oigan!, quién sabe, a lo mejor en esa barra encuentras a alguien que te alivie las penas por una noche. Y no están las cosas como para perder oportunidades. Lo mismo debéis pensar los hombres. ¿No?

martes, 1 de noviembre de 2016

¡QUÉ ME ESTÁ PASANDO!

Nooo. No puede ser, pero sí. Lo llevo detectando desde hace días. Al principio, no le había dado importancia, pero empieza a ser dramático, trágico, incoherente, patético, aunque también despreocupado y desordenado. Da igual, lo cierto es que lo hago, lo estoy haciendo, sin darme cuenta, y me da exactamente igual porque el resultado es el mismo. Sí, he empezado a presionar el tubo de dentífrico por la parte central, no desde el final, sino en el centro del mismo, provocando que el tubo tenga esa forma tan sinuosa, tan provocadora, tan curvada ¡Uy! ¿Será eso? A ver ¿Por qué lo hacéis vosotros?

Al final se agotará y habrá que empezar otro.
El Google no lo aclara, pero hay hasta pruebas de personalidad sobre el tubo de dentífrico. No sé cómo podemos dejar tantas pruebas de cómo son en tantas cosas. Hay una respuesta que dice que tarde o temprano se va a apretar la pasta desde atrás, como se debió de hacer en un principio, recordando que el orden es la primera ley del cielo.  Bueno, pues ya hay algo que me encaja a la hora de interpretar por qué he empezado a no respetar el orden.

Quizás no haya ninguna razón para hacerlo, sencillamente hay que agarrar las cosas como vienen. Quizás, en este caso, nosotras estemos equivocadas y no hay que ponerse tan estrictas con el puñetero tubo y pillarlo como sea.
Al final, te lavas los dientes, que es lo que cuenta.