martes, 15 de noviembre de 2016

LA MADRE QUE LA PARIÓ

Las malas mujeres tenemos que tener mucho cuidado si, además, somos madres; porque los niños son pequeños pero muy avispados  y cuando argumentas con ellos el tiro te puede saltar en un zasca en toda la boca. No es la primera vez que mi hija me deja, argumentalmente, en bragas. Porque, por ejemplo, cuando se le rompe un juguete siempre le digo que no pasa nada, que todo no puede durar siempre; para que no se entristezca. Sin embargo, llega el momento en el que acabas de comprarle algo y, como la torpeza parece ser genética,  no dura ni una hora. Entonces te  molestas un poco y le dices algo enfadada “pero cómo lo has roto ya” La respuesta es tranquila y convincente “mamá, como dices, las cosas no duran siempre”. De esas hay muchas.

Cuidado con ella, parece un ángel.

Pero lo último ya me dejó a cuadros. Su profesora me dijo que iba muy bien, pero que le costaba participar, aunque cuando participaba lo hacía con seguridad. Yo le pregunté si tenía vergüenza o había algún otro tipo de problema, sacando mi vena de madre comprensiva y atenta. Y llegó el zasca más grande que me han dado: “mamá es que yo pienso antes de hablar”.

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