martes, 8 de noviembre de 2016

ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

Ya sé que son un éxito esos programas de cocina, master cheff y similares. Pero para cuándo un programa para aquéllos que tenemos en la cocina un arma de destrucción masiva. No sé cómo he llegado a este punto, pero hoy en día, sea la despreocupación que me inunda o quién sabe qué, lo cierto es que en mi cocina puede pasar de todo: quemé casi el horno con un intento de pudding muy sencillo que de tanto mirar, subir y bajar temperatura (no se me ocurrió mirar en Google) acabó carbonizado. He quemado no sólo comida, sino alguna cacerola, por distraerme cazando una mosca o escribiendo cualquier cosa. Salirme de mis platos organizados, esos que siempre son los mismos cada semana y que se repiten sin remedio en base a una lógica inexistente, es toda una aventura porque de un arroz puede salir una papilla. Por eso mis hijos preguntan cada día mil veces, qué hay de comer o cenar, por si suena la gaita y hay algo diferente. Han llegado a entrar por la puerta preguntando qué se ha quemado hoy. Y no quemo tanto, sólo que no me sale lo que tenía en la cabeza o mejor dicho en el gusto.

Así me van a sacar un día de la cocina
Lo sé. No tengo ningún interés por la cocina, por elaborarla. Eso sí, si voy a un restaurante rebaño hasta el plato. Ayer intenté hacer una especie de paella. Llegué a una conclusión: voy a tener que llamar a las Fuerzas Armadas cada vez que se me ocurra meterme en la cocina, salvo para cocer y vuelta y vuelta. O mejor a los bomberos, (no sé por qué tienen tanta fama, a mi me da igual el uniforme que sea; quizás por los calendarios).

Las aventuras, siempre y mejor, fuera de casa.

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