miércoles, 23 de diciembre de 2020

NO QUIERO QUITARTE LA ILUSIÓN

 La Navidad, lo he dicho muchas veces, no es una época especial para mí porque considero que se establecen demasiadas expectativas e ilusiones que no veo que se cumplan.
Siempre me ha parecido un artificio, salvo desde hace 17 años, cuando empecé a disfrutar preparando regalos para mis hijos, rebanándome los sesos en ingenierías diversas para esconder juguetes en un piso pequeño; con las idas y venidas de madrugada para colocarlos y los madrugones posteriores para abrirlos.
Pero crecen y se va acabando de la forma más hermosa: cuando le preguntas a tu hija si es conocedora de quién es Papá Noel o los Reyes y te dice que sí, añadiendo pero no te lo quería decir para no quitarte la ilusión”

lunes, 7 de diciembre de 2020

QUIERO SENTIR Y CRECER

Como dijo Blaise Pascal “el corazón tienes razones que la razón no entiende”. Unamuno también se debatía entre esa dicotomía. Era y es el sentimiento trágico de la vida. Y asumirlo es difícil, aunque necesario. No nos queda otra.

Cuando tienes unas ideas basadas en la libertad, en ampliar horizontes, experimentar sin importad la edad, el momento o los condicionamientos sociales y crees en el continuo crecimiento personal, te encuentras de bruces con ese sentimiento.

Yo me he topado con él. Después de 13 años trabajando en Medio Ambiente en Navarra, sin posibilidad de ascender (gracias al funcionamiento de la Administración del Estado, pero eso es otra historia), me he marchado a mi adorado Madrid de mis tiempos de estudiante.

He abandonado una situación estable en Tudela, a mis hijos, a dos personas que dependen de mí y unas amistades que no olvido.

Y aunque estoy convencida de que tenía que hacerlo por mi, tras 15 años de cuidadora de unos y otros, mi corazón no deja de pensar en qué será de ellos, en cómo podré atenderles en momentos dados.

Sé que mis hijos aprenderán, con mi actitud y mis hechos, que nunca hay que rendirse, que hay que conquistar nuevas metas, nuevos conocimientos, aun cuando vayas a por los 52 años y la mayoría de la gente ya no quiera cambiar de entorno.

Pero la angustia pesa dentro, el temor a que te necesiten, la sensación de abandonar a las personas cuando, quizás, te necesiten.

Es entonces cuando piensas que esto era necesario en este blog de mala mujer. Pues son muchos los hombres que han tenido que sufrir lo mismo: saliendo como camioneros internacionales, en la pesca de altura durante meses o, simplemente, no teniendo la custodia compartida.

Creo que, por ello, ahora, mujeres y hombres juntos debemos luchar por los derechos de quienes dejamos; para que seamos iguales.

Ni la mujer ni el hombre  tienen por qué estar atados a la familia, pero los sentimientos van por otro camino. A esos no se les puede parar con ideas y razones que no entienden. En realidad me siento bien por ello, porque así me veo más humana, demasiado humana para que sea la economía quién diga qué debo sentir.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

EL PLACER DE MANCHARSE

Las malas mujeres tienen costumbres extrañas a la hora de valorar su mercado laboral. Por ejemplo, me encuentro en el dilema de elegir una plaza en el CSIC o en Medio Ambiente. Y, claro, al valorarla, por delante se me aparece lo primero de todo estar encerrada entre cuatro paredes, en una oficina; por otra, y no menos importante, tener que vestirse adecuadamente.





Aquí la cosa es muy simple: comerte, en el descanso, un bocadillo de jamón con tomate o de queso con aceite y que chorree por abajo, te pongas toda la camiseta pringá de sustancia y no pase nada; te rías, te pongas a darle con pañuelo y aquello se extienda cada vez más y te rías otra vez. Pues eso, señores, eso no se paga, ese instante de placer  manchándose a gusto no tiene igual. Y en Medio Ambiente, en el campo, uno puede mancharse. Está permitido.

domingo, 23 de agosto de 2020

PERIPLO POR CONSULTAS EN TIEMPOS DE COVID O LA MADRE QUE LA PARIÓ 2

 Las malas mujeres no damos importancia a los dolores o problemas de los niños. Mi hija sabe muy bien que cuando le duele algo voy a decirle que es por crecimiento. Y así ocurrió que, hacia primeros de julio, empezó diciendo que tenía un dolor en el pecho y le costaba respirar. No la veía mal, de pequeña ya había tenido eso, problemas de respiración que le llevaron a usar ventolin. Decidí crecimiento. Se le pasó. Tuvo varios episodios más hasta que hace una semana me decidí a pedir una consulta. Ilusa. No cogían el teléfono en el centro de salud. Me fui allí. Me dijeron que no había pediatra, que fuera al otro centro que tenía urgencias. Pregunté si estaba abierto, dijeron que sí. Me voy allí y me dicen que nada, que allí no me atienden y en las urgencias de ese centro no hay pediatra, que al hospital. Pues para allá que me voy. Ninguna de las dos vamos con ganas. Pero ya puestas, vamos a probar y la verdad que nos lo pasamos genial.

Llegamos. Yo estaba algo despistada. En información, cerrada la administrativa a cal y canto, me preguntó qué le pasaba. Al decir algo de la respiración, ni me atendió. Yo allí diciendo que era algo que tenía desde pequeña, pero nada. Vino otra señorita, nos pasaron a una sala nueva, de pediatría (desconocida para mí, dado mi propensión al diagnóstico acelerado). Y allí, las dos encerradas entre cuatro paredes, empezamos a pensar en irnos. Pero mi hija me preguntó si no tenía claustrofobia, a lo que yo enseguida apunté que sí. Daba vueltas por la sala imaginando cosas, hasta que pasadas más de media hora, aparecieron en una pantalla de la sala unas letras Leo 11. Yo le digo, venga nos toca. Ella, precavida,”mamá que es para Leo de 11 años”. Y yo, “tú ves a alguien más aquí, venga vamos”. Salimos y como yo desconocía la nueva configuración de urgencias del hospital (no me gusta ir), me fui para la puerta donde se entra a las consultas generales. Claro allí que mi hija lee “acceso restringido” y se me planta y me dice “no entro, pone acceso restringido”, y yo “que entres que es por aquí” (al menos hace años así era). Consigo que entre con la consiguiente algarabía. Nos habían señalado la sala 2, pero la puerta de la sala estaba cerrada. Las dos allí mirándonos y mi hija “acceso restringido”. Menos mal que un celador vino en nuestra ayuda y nos preguntó qué buscábamos. Ahí fue lo mejor, porque fue mi hija quien, tomando las riendas de la situación, empezó a hablar señalando al celador que en la sala su madre se había empeñado en venir cuando habían llamado a Leo 11 y ella tenía 10 años y que su madre bla, bla, bla. 

Imagínense mi cara de niña pequeña oyendo a mi hija hablar con el celador sin posibilidad de meter baza. Lo intenté, pero el celador nos cortó con una pregunta “Y el papel?”. A lo que ambas respondimos con cara de asombro mirándonos “¿Qué papel?”. A ver, nos dijo, tenéis que tener un número que os dan en recepción. Nos volvimos a mirar. Pues no lo teníamos. Nos cogió, nos sacó fuera. Se dirigió a la señorita primera que nos había atendido con miedo, detrás de un grueso cristal y le dijo “Y el papel de estas señoritas”. Al final, sacó el papel que no nos había entregado. Ponía Le011. Nos dijo el celador que era el número asignado para siempre. Al final, nos llevó a la sala 2. Entramos y allí estaba el pediatra. Muy simpático, por cierto. No era nada. Cosa de usar un medicamento para rinitis alérgica (que la tiene). Cuando salimos nos indicó que saliésemos por otra puerta ¡Puñetas, la puerta daba al pasillo de la sala de espera donde estábamos! Pero, ¡cómo lo iba a saber si no vamos habitualmente a urgencias! Al final tenía razón mi hija, no era por allí, pero la aventura y las risas que nos echamos en el coche pensando en el celador escuchando a mi hija, mientras, yo, su madre, andaba con su típico despiste. Fue memorable.

jueves, 30 de julio de 2020

ESA CABEZA LOCA DE MADRE

 Ser hija de una mala mujer conlleva una serie de consecuencias; una de ellas puede ser quedarse en ascuas cuando habla su madre. Hace unos días, estando en la piscina, mi hija me hizo reír a mandíbula batiente imitándome en el día a día. Al parecer empiezo algunas frases y no las termino, lo que hago es continuar abriendo otras sucesivamente. Yo ya había percibido que pienso muchas cosas a la vez muy seguidas y también, en alguna ocasión, no presto atención a lo que pienso o a lo que hablo, porque hablo mucho conmigo y me cuestiono constantemente.  

Sin embargo, mi hija me puso un espejo, además de tener el placer de verla actuar como yo y, al mismo tiempo, hacerme ver la cara con la que reacciona tras escucharme algunas cosas como estas:

-          Tengo que llevar a tu padre….Ay! que me he dejado el móvil, bueno, no pasa nada es un ratito. (Claro ella se queda pensando qué le tenía que llevar)

-          Recuérdame que tengo….¡Anda, dónde he metido las llaves! Ah sí, aquí, no las veía. (Y ella ya no sabe que tiene que recordarme porque cuando me pregunta ya no me acuerdo)

-          Estaba pensando que a lo mejor podíamos….¡Hostia, la comida que la tengo en el fuego! (Expresión en su rostro de: Que podíamos qué mamá, qué) Pero ya no  me lo pregunta porque ya sabe que puedo responder: ¿de qué estaba hablando?

-          Tenemos que ir… Cachis que tenía que llamar a tu tío; dónde he dejado el teléfono; llámame

 

Y así se pasó un rato en la piscina, poniendo caras de estupefacción, asombro, pasmo…La pobre. Cuando hago una frase de ese tipo, ya no me presta atención, ya sabe que no hay final para el primer enunciado cuando se interpone el segundo. Lo tiene asumido y lo vive con la naturalidad de una hija que asume las torpezas ingentes de la cabeza de su madre. Pero es lo que ocurre cuando tienes muchos frentes abiertos y acudes a todos con la sonrisa del despiste.


viernes, 1 de mayo de 2020

LA VUELTA AL BAR

No se puede pretender organizar la vuelta a los bares sin antes consultar a los principales expertos en el tema: los profesionales. Y las malas mujeres lo somos. No estoy hablando de los propietarios sino de los consumidores habituales, esos que no se sientan en la terracita y se pegan cuatro horas delante de un refresco o, arriesgándome mucho, una cerveza con limón. Me refiero a los que vamos y no necesitamos ni mesa, ni silla, sólo que nos pongan la cerveza que ya nos apañamos solitos. Somos los de la barra, los que consumimos de verdad. A esos, el Gobierno, los descarta, cuando somos los que sostenemos a los bares. Hay que ser poco profesional para no ver eso.
Porque, señores del Gobierno, en mi bar de abajo (ya sé que ustedes no lo tienen porque viven en casitas  o casoplones) hay una terraza, pero alrededor tiene unos pivotes maravillosos donde apalancarse en torno a ellos, guardando las distancias con el otro y tomarse su cervecita hasta con un cigarro. A eso, cómo lo llaman ustedes: servicio de bar o servicio de terrazas. (Cómo te echo de menos Norka y a todos los demás)
Hay bares que tienen dos toneles a cada lado de la puerta. Ustedes, ¿cómo llaman a eso?: terraza. Porque, si fuera así, les toca medio tonel.
Casuísticas hay muchas, pero las desconocen.
Y ya no me meto con la Ministra para la cual trabajo, que podría callarse ese piquito de oro y mirarse el ombligo de cómo anda su Ministerio, que no hablo porque me daría para largo. 
Y como de nada sirve porque no escuchan, así les va, y nos va.

martes, 14 de abril de 2020

NO SIGO INSTRUCCIONES

Me contaba una amiga desde su balcón, mientras yo paseaba al perro, que había descubierto la termomix durante la cuarentena. La tenía desde hacía tiempo pero no la había utilizado. "Se puede hacer de todo, me decía,  con instrucciones de lo que hay que hacer". Yo no pude más que responder lo que es una realidad: “soy incapaz de seguir instrucciones”.
No es que se me dé mal la cocina, tampoco bien; cocino unos cuantos platos y no me saques de ahí. He intentado seguir alguna receta pero, entre que ponen ingredientes que nunca he comprado, proporciones que no sé cómo medir (mis utensilios son otra cuestión, más bien escasos) y que al segundo paso ya me pierdo, me agobio y me canso, acabo haciendo lo que me viene en gana. Mis recetas son de meter todo y que se haga solo. Luego se me olvida y tengo que salir corriendo a ver si sigo teniendo comida.
Tengo testigos. Mi hijo me pilló un día en la cocina, haciendo algo, creo que una carne en salsa. Cuando cocino, y en otras muchas ocasiones, suelo hablarme y, lógico, me vio en plena faena: “y si echamos un poco de esto y otro poco de aquello, a lo mejor”… Se fue diciéndome, si es así como cocinas… Cierto que después tuvo que callarse y me dijo que estaba bueno. En eso son muy agradecidos, no les queda otra.
Lo curioso es que cuando me hablo en la cocina no me contradigo, mientras que en otras cosas suelo rebatirme. Posiblemente sea porque en la cocina no tengo argumentos.

lunes, 6 de abril de 2020

YA LO HARÉ MAÑANA


Llevamos unos 22 días encerrados, bueno yo he tenido que ir a trabajar, aunque esta semana la tengo toda libre y sin los niños ¡Cachis! Un año que me toca librar en Semana Santa y llega la Covid 19.
Así que esta mañana me he dicho, en voz alta y con total convencimiento, “Marta hay que ponerse a limpiar que va a terminar el confinamiento y la casa sin barrer”. ¡Oye, que me lo he creído!



Dicho y hecho. He cogido los trapos y me he ido a la habitación de mi hijo. He limpiado el polvo; he quitado las sábanas; en ese momento ya he empezado a decirme: “buff, aún quedan días, se va a llenar de polvo otra vez”. Pero me he sobrepuesto y he continuado aspirando, barriendo, he puesto música (ahí creo que la he cagado) y al final he logrado fregar el suelo. Esperando el secado, con la música de “Manifa” animándome a la rebelión, me he abierto una cervecita; he empezado a desparramarme por la casa, es decir, que se me ha ido la cabeza de un sitio a otro, cantando, hablando con perro que, por supuesto, me ha pisado el fregao. Ya no me importaba. Mañana más, me he dicho. Mi mente ya no estaba en lo que tenía que estar; no por falta de fuerzas, sino de concentración. De hecho, me he dado cuenta que no he limpiado los cristales, pero como va a llover pa qué.
Es lo que  tienen las malas mujeres con pajaritos en la cabeza y el inconformismo en la sangre: que la limpieza ya la terminaré mañana o pasado o al otro; mientras podamos cantar y bailar.

jueves, 2 de abril de 2020

VIDA DE PERROS

Cuando tu perro empieza a señalar que no estamos haciendo lo que deberíamos estar haciendo, la cosa empieza a preocupar. Mi perro ya se comporta como yo y eso no está bien.  Ya es suficiente con una mala mujer para que venga un mal perro (aunque casi estoy segura de que no tiene remedio)
Porque Anibal salió a su paseo corto de la una y media, como es habitual ahora y antes; tras el recorrido en el que no pudo, otra vez, saludar, ni gruñir a su vecino Piloto, al que lleva esperando desde hace más de 15 días mirando a la puerta del garaje a través de la cual, normalmente, se lanzan improperios perrunos que me encantaría entender, decidió que ya era hora probar otra cosa.

Todos los días espera a Piloto

Así que se empeñó en entrar al bar que hay debajo de nuestro piso, parada obligada en tiempos normales. Pero, claro, el bar estaba cerrado. Norka no estaba para ofrecer patatas fritas. Sin embargo, esas nimiedades no le interesan, él insistía en tirar hacia el bar para comprobar si algo iba mal. De la misma forma que corre pared arriba y abajo buscando al perro de al lado o escarba en el suelo y en las paredes.
Pobre. Sabe que anda algo mal, pero cómo explicarle que volveremos al bar y a gruñir a Piloto.  Él quiere su diversión, lo que le sirve de estímulo ya, ahora. Como todos, pero él no lo entiende. Es que el el perro de una mala mujer y ya se sabe, pilla costumbres.

martes, 31 de marzo de 2020

CONSEJOS PARA LA CUARENTENA


Esta mala mujer no entiende la cascada de consejos sobre lo que podemos hacer esta cuarentena, que si manualidades, que si gimnasia, que si cocina…
¡De verdad hemos perdido la cabeza? Vamos a ver. Hay algo importantísimo que no solemos hacer habitualmente, algo imprescindible para el equilibrio emocional, único, inusual, sencillo, maravilloso, nada práctico, pero aconsejable: vaguear, holgazanear, tocarse…la barriga, racarse   el pie, vegetar, mirar al techo, no hacer absolutamente nada, nada de nada.

Como dice mi hija en algunas ocasiones con un acento que voy a intentar reproducir:  “OHHHH, qué senzaccionnnn” (casi que la oigo).
Oigan, disfruten de no hacer nada en algún momento; hagan lo básico por una vez, lo cual implica no dejar para el sábado lo que se pueda hacer hoy (el que pueda). Ese es el consejo de una mala mujer.
Pero hay algo que una mala mujer no puede dejar de pensar: en aquellos que temen por su futuro, por el día a día sin una economía que les sustente. 
Eso, cierto, no hay forma de obviarlo,  aun rascándose la barriga.

lunes, 30 de marzo de 2020

A CUATRO PATAS


No, el confinamiento no mejora el orden de una Mala Mujer y menos con niños. Ayer fue uno de esos días en que te ves desde fuera haciendo algo tan sumamente caótico y disparatado que tienes que reírte de la situación. Me pasa muy a menudo, pero esta vez mi hija me acompañaba, pero sólo por divertirse.
Estábamos buscando el cortaúñas. Este elemento tiene su historia anterior: desapareció hace dos semanas y lo encontramos, tras días de búsqueda, cuando se me encendió la luz y vi, claramente, donde podía estar: en el suelo. No me pregunten por qué ése es un lugar donde buscar cosas. Les remito, si quieren, al misterio del Ketchup de este mismo blog.
En suma, estábamos buscando por el baño al mismo tiempo que yo relataba lo que iba encontrando. En la cesta de los cepillos del pelo: cepillos, peine, dos caramelos y una pinza de ropa. Luego anduvimos por el salón, la cocina… Mi hijo, adolescente, con cierta cabeza, nos recordó que ya había desaparecido hacía dos semanas. Cierto, lo sabíamos y lo habíamos encontrado en el suelo. Así que madre e hija nos pusimos a cuatro patas buscando por el suelo empezando por el baño. Cuando nos vimos ambas en esa posición, nos miramos y empezamos a reírnos como locas pensando qué puñetas hacían dos caramelos en la cesta de los cepillos y, sobre todo, qué hacíamos ambas a cuatro patas.
El susodicho todavía no ha aparecido. Será puñetero.

viernes, 27 de marzo de 2020

HACER FAMILIA


Estaba yo ayer inspirada y se me ocurrió decirles a mis hijos: “esta época de cuarentena tenemos que aprovecharla para hacer familia”. Quien ha seguido este blog sabrá que la nuestra va por libre en cuanto a normas y convencionalismos: comemos a distinta hora, de forma aleatoria y revolucionaria, somos independientes y caóticos y, a veces, tanto monta Isabel como Fernando; o lo que es lo mismo, unas veces me toca a mí decir lo que se debe hacer y otras me corrigen.
Al hecho. Tras decir la frase hacer familia, me encuentro liada haciendo la comida en mi cocina revuelta y en mi locura, preguntándome y respondiéndome sobre qué echar o no como condimento; enseguida van apareciendo por allí mis vástagos picando de aquí y allá como moscas. Yo ya tenía bastante con hacer la comida, así que exclamo (por decirlo bien) “largaos de aquí que me distraigo”. Y claro, suele pasarme que debo callarme con mis hijos porque me contestaron con buen criterio: “mamá, ¿no había que hacer familia”.

Cachis! Si es que no paran de darme zascas, y lo que me queda.

miércoles, 22 de enero de 2020

LA PURITANA DE OK GOOGLE

Tanta tecnología para que acaben siendo unas asistentes mojigatas, que siguen un pensamiento unidireccional. Lo entiendo en los humanos, pero que las máquinas tengan el algoritmo puritano ya es la hostia (¡Uy, perdona Google!)

Ok Google y sus gemelas (es un suponer, no he hablado con ellas, pero ya se sabe) nos hurtan multitud de significados porque les parecen obscenos; deciden por nosotros. Sólo hay que preguntarle por el significado de polla. Mientras las RAE, esa tan mal vista por algunos, te describe las diversas acepciones, incluso esa tan explícita que estás pensando, Ok Google se queda con la cuarta acepción, apuesta de caballos.

Si hablas de follar, la Rae te habla de 4 acepciones entre ellas practicar coito. Mientras la asistente se queda con soplar con fuelle. Pero va más allá este aparatito, si le preguntas por el significado que da la RAE a follar te dice que la Rae ha cambiado el significado de sexo débil y te echa un discurso. Ahí sí.

Y si no hablas de sexo y hablas de caca, la Rae te propone 5 acepciones entre los que se encuentra “eufemismo coloquial para excremento” mientras el aparatito se queda con “infantil, excremento”.

Estos aparatitos son unos puñeteros puritanos porque cualquier cosa que le digas te salta con "sonrisa, sudor y frío" o con "no puedo ayudarte" o "sonrojado" ¡Vale, que como mala mujer me he dedicado a decirle de todo como los niños pequeños! Es que es una tentación cuando no es tuya y tienes que investigarla un ratito. Seguro que muchos de los que la tienen lo han hecho.

Pero va mucho más allá. Si le preguntas por el significado de prostituta, te dice “prostituto” (aquí cambia el género) y te da el significado. Así que le pregunté si era feminista y, por supuesto, me dijo que sí, muy feminista  y muy declarada.

No me fío nada de estos aparatitos. Nos están hurtando mucha información. Si seguimos así nos vamos a quedar con menos de un cuarto del mundo que ha existido y del que pudiera existir.