No es que se me dé mal la cocina, tampoco bien; cocino unos
cuantos platos y no me saques de ahí. He intentado seguir alguna receta pero,
entre que ponen ingredientes que nunca he comprado, proporciones que no sé cómo
medir (mis utensilios son otra cuestión, más bien escasos) y que al segundo
paso ya me pierdo, me agobio y me canso, acabo haciendo lo que me viene en gana.
Mis recetas son de meter todo y que se haga solo. Luego se me olvida y tengo
que salir corriendo a ver si sigo teniendo comida.
Tengo testigos. Mi hijo me pilló un día en la cocina,
haciendo algo, creo que una carne en salsa. Cuando cocino, y en otras muchas
ocasiones, suelo hablarme y, lógico, me vio en plena faena: “y si echamos un
poco de esto y otro poco de aquello, a lo mejor”… Se fue diciéndome, si es así
como cocinas… Cierto que después tuvo que callarse y me dijo que estaba bueno.
En eso son muy agradecidos, no les queda otra.
Lo curioso es que cuando me hablo en la cocina no me
contradigo, mientras que en otras cosas suelo rebatirme. Posiblemente sea
porque en la cocina no tengo argumentos.
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