Estaba yo ayer inspirada y se me ocurrió decirles a mis
hijos: “esta época de cuarentena tenemos que aprovecharla para hacer familia”. Quien
ha seguido este blog sabrá que la nuestra va por libre en cuanto a normas y
convencionalismos: comemos a distinta hora, de forma aleatoria y
revolucionaria, somos independientes y caóticos y, a veces, tanto monta Isabel
como Fernando; o lo que es lo mismo, unas veces me toca a mí decir lo que se
debe hacer y otras me corrigen.
Al hecho. Tras decir la frase hacer familia, me encuentro liada
haciendo la comida en mi cocina revuelta y en mi locura, preguntándome y
respondiéndome sobre qué echar o no como condimento; enseguida van apareciendo
por allí mis vástagos picando de aquí y allá como moscas. Yo ya tenía bastante
con hacer la comida, así que exclamo (por decirlo bien) “largaos de aquí que me
distraigo”. Y claro, suele pasarme que debo callarme con mis hijos porque me
contestaron con buen criterio: “mamá, ¿no había que hacer familia”.
Cachis! Si es que no paran de darme zascas, y lo que me
queda.
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