lunes, 19 de septiembre de 2016

ESE MANDO MÍO

Uno de los grandes placeres de estar sola es que el mando de la televisión pasa a estar única y exclusivamente en tu mano. Es lo que me pasa a mí durante 15 días. Lo malo es que la televisión te da muy pocas oportunidades de disfrute. Casi el mayor disfrute es tenerlo en la mano, sentir el poder de tocar las teclas e ir de una cadena a otra buscando algo que no vas a encontrar. Al final te preguntas para qué narices se luchará tanto por el mando. Casi hecho de menos los dibujos que me pone mi hija.
Por eso suelo tener dos cosas a la vez: la tele puesta y yo con el mando en la mano, y el ordenador en la mesita para todo.

Así que, algunos sábados y domingos, pillo ese mando, me tumbo en el sofá, me cargo de palomitas, patatas fritas o pipas, alguna cervecita para después y me lanzo a zapear un rato hasta que acabo viendo las películas europeas de la uno. Insufribles, malas a rabiar, pero sin anuncios, que es de agradecer. Porque eso de "volvemos en siete minutos" está bien para ir a la nevera, al baño o lo que sea, pero cuando ya estás acomodada en el sofá, esos siete minutos se hacen eternos.

Al final de lo que ponen en la tele no me entero de nada, pero me da igual. El mando es mío y está en mi mano. Pero dura poco, acabo de pasárselo a mi hija. Por fin volveré a ver a Clarence y Gumball

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