Y la zapatilla sigue ahí, dando vueltas. |
El zapatero es algo que, como el artilugio de colgar las
llaves, siempre me trae de cabeza. Y eso que no tengo. Para qué, si sé que no
lo voy a utilizar. Soy de esas que se quita los zapatos al llegar a casa, o
cuando se sienta en el sofá o cuando, estando en la cocina, siente la necesidad
de liberar sus pies; hay tantas ocasiones para quitarse los zapatos que mis zapateros
andan por toda la casa; de hecho siempre suele quedar algún calzado debajo del sofá. Es
donde hay que mirar cuando falta uno de los pares. Cierto, mis zapateros son
inmateriales y no son muy ordenados, pero me apaño bien así. No me gusta que
todo esté encajado en un solo lugar. Las malas mujeres somos caóticas.
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