viernes, 9 de septiembre de 2016

El ataque de las morcillas asesinas


 
Me lo tengo merecido por no seguir mis normas. Cuando estoy sola lo mejor para comer es cocer: cocer una cacerola de macarrones, de arroz, de lentejas (sólo en invierno, en verano latas). No la cumplí y el resultado fue un ataque indiscriminado de unas morcillas, sin piedad. Después de donar sangre, lo donantes me dijeron que era bueno comer morcilla para reponer sangre. ¡Y una leche bueno! Me puse a freír morcillas y las muy condenadas me atacaron vilmente haciendo saltar el aceite. Y como iba sin camiseta, para variar, cómo se aprovechaban. Yo intentando poner periódicos en el suelo para que aquello no acabara hecho un cristo y las morcillas y las mocillas lanzando sus daros por la espalda; al levantarme para defenderme, siguieron por delante. Conseguí retirarme e intenté restablecer mi defensa armándome con una tapa de cacerola con la que fui hacia delante intentando evitar sus lanzallamas.
Que sepan que acabe con ellas. Hubo ciertas heridas, pero lo peor es que hubo que limpiar los estos de la dura batalla. No me extraña que cuando alguien se enfada te envíen a freír mocilla.

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