Qué tendrá, pero supongo que nadie odia su cama por la
multitud de cosas que se pueden hacer en ella: dormir, leer, jugar a
cosas de mayores y de pequeños. Es el mueble que jamás debe faltar. Pero tiene un pequeño fallo: hay que
hacerla. Lo bueno es en verano. Hay gente a la que sorprende que me pueda pasar
más de una semana sin hacer la cama, pero es cierto. Total, en verano, con la
sábana bajera vas más que servido. La otra suele reposar en un costado o en el
suelo hasta que alguien, yo o mis hijos, la recogemos para hacer el fantasma.
Pero cuando los días van refrescando o llega el invierno la cosa cambia. Hasta
hace unos años había que arreglarla más a menudo; sin pasarse, eh! que todos
los días es un incordio. Además, es más importante saber deshacer la cama, que hacerla ¡Donde va a parar! Deshacerla es un placer y hacerla una obligación.
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Por ahorrar fotos, vagancia que tiene una en sábado |
Pero llegaron los nórdicos y con alisarla un poco, la cosa
termina rápido. Sin embargo, todo tiene un pero. Mira que lo ponen siempre
complicado, porque para meter el nórdico en la funda, encajarlo en las esquinas
y todo eso acabas hecha un lío. Mi hija se lo pasa en grande viéndome sufrir
metida en esa puñetera funda, jurando en chino, intentado encontrar la salida a
ese embrollo, que si esta esquina aquí, que la otra no está donde suponías, que
se te cruza lo de abajo con lo de arriba. Y tú allí dentro, escuchando las
risas y casi asfixiada.
Todo sea por el dulce placer de disfrutar deshaciendo la cama y
no haciéndola.
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