sábado, 17 de septiembre de 2016

HAY QUE SABER DESHACER LA CAMA, NO HACERLA

Qué tendrá, pero supongo que nadie odia su cama por la multitud de cosas que se pueden hacer en ella: dormir, leer, jugar a cosas de mayores y de pequeños. Es el mueble que jamás debe faltar. Pero tiene un pequeño fallo: hay que hacerla. Lo bueno es en verano. Hay gente a la que sorprende que me pueda pasar más de una semana sin hacer la cama, pero es cierto. Total, en verano, con la sábana bajera vas más que servido. La otra suele reposar en un costado o en el suelo hasta que alguien, yo o mis hijos, la recogemos para hacer el fantasma. Pero cuando los días van refrescando o llega el invierno la cosa cambia. Hasta hace unos años había que arreglarla más a menudo; sin pasarse, eh! que todos los días es un incordio. Además, es más importante saber deshacer la cama, que hacerla ¡Donde va a parar! Deshacerla es un placer y hacerla una obligación.

Por ahorrar fotos, vagancia que tiene una en sábado 
Pero llegaron los nórdicos y con alisarla un poco, la cosa termina rápido. Sin embargo, todo tiene un pero. Mira que lo ponen siempre complicado, porque para meter el nórdico en la funda, encajarlo en las esquinas y todo eso acabas hecha un lío. Mi hija se lo pasa en grande viéndome sufrir metida en esa puñetera funda, jurando en chino, intentado encontrar la salida a ese embrollo, que si esta esquina aquí, que la otra no está donde suponías, que se te cruza lo de abajo con lo de arriba. Y tú allí dentro, escuchando las risas y casi asfixiada.
Todo sea por el dulce placer de disfrutar deshaciendo la cama y no haciéndola.

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