jueves, 22 de septiembre de 2016

SI LA VIDA SE DEJA, YO LE METO MANO

Como dijo Sabina. Y ¿por qué no? ¿Cuántas veces nos hemos echado atrás a la hora de hacer algo, una improvisación, una locura, un salto, una risa, un comentario imprudente, algo que nos salía de dentro, no porque fuese malo, ya que no afectaba a nadie negativamente, sino porque nos parecía fuera de lugar, indecente, inmoral o cosas por el estilo?
Yo he decidido que la moralidad y los convencionalismos no van a ir conmigo de la mano; los he soltado y seguro que alguien los habrá recogido por el camino. Pero estoy dispuesta a que no me venzan esas normas no escritas, ese manual de comportamiento que nunca me entregaron, ni que me domine el qué dirán, ni el “no tienes edad para esas cosas”, ni “no te da vergüenza haciendo eso”, ni “eso no está bien” ¿Por qué? Porque soy mujer y madre, porque no tengo edad, porque hay que actuar con dignidad, con recato, con responsabilidad (esa la dejo para el trabajo y para otros compromisos).
Mira que me gusta la foto, eh?
La dignidad, en el sentido latino, está dentro de nosotros, no fuera. La dignidad que tengo es valorar a las personas por lo que son y hacen, no por su imagen o por lo que representan o por lo que tienen, valorando sus circunstancias y sus problemas, conociéndolas, antes de juzgarlas. Aunque es cierto que, de vez en cuando, me la han metido, y bien.
Como dijo Huxley, la heterodoxia es una amenaza mayor que un asesino, éste mata al individuo, la otra socava la sociedad.
Así que no me voy a dejar llevar por las apariencias y voy a seguir metiendo mano a la vida y si me permiten los de Facebook o algún resabiado o resabiada, compartiéndolo.

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