domingo, 2 de mayo de 2021

ACORDARSE Y DESPISTARSE, TODO ES UNO

 Como ya me conocen, es habitual en mi no saber qué fue antes. Me refiero no al huevo y la gallina, sino al pan rayado, la harina y el huevo. Me lío bastante y siempre tengo que preguntar, por ejemplo, cuando me pongo a empanar algo. Suelo resolverlo llamando a mi cocinilla particular. Antes lo preguntaba a las colegas de wasap, pero había que esperar y siempre me pilla  metida con las manos en la masa.

A lo que iba. El sábado por la tarde, estando con mi colega, la Itzi, le dije que iba a empanar unas pechugas rellenas. Y, como ya me conoce, me estuvo diciendo todo el rato: el huevo, el huevo, primero el huevo. Me explicó que su forma de recordarlo era, por simple lógica: primero el huevo hace que se pegue el pan y el pan, por otro, aguanta más que la harina que es muy fina.

La cuestión es que, al día siguiente, estaba ya con las manos en la masa y me acordé perfectamente del huevo. Y así lo hice primero el huevo, después el pan rayado, primero el huevo, después el pan rayado. De repente, un instante, un suspiro, un segundo y me encuentro con una pechuga dentro del pan rayado que no tenía huevo ¿O lo tenía? ¡Dios no o sé! Y yo allí, he metido el huevo o no lo he metido, y allí que me lie a meter huevo y pan rayado y dar vueltas a las cosas, sin acordarme de qué había hecho un segundo antes. Las últimas pechugas han salido mareadas de tanto ir de un plato a otro.

Al final, salieron bien. Mi cocinilla dice que tengo suerte porque nadie es más torpe en la cocina. La cocina no es para mí, sobre todo, cuando reflexioné sobre  la lógica que maneja mi cerebro: lo primero para mí es dejar todo preparado para hacerlo al momento, lo que da lugar a que el pan rayado sea lo primero, y segundo, aquello que suponga menos engorro, pringue y ensucie. Todo en contra de lo que es la auténtica cocina. Por eso mi ídolo es el microondas.