Con todos los respetos, nos ha costado mucho salir de la
cocina como para volver a entrar en ella. Bien es cierto que no es lo mismo la
cocina por obligación que por devoción. Es lo que les ha pasado a los hombres
que cocinaban de vez en cuando y dejaban todo patas arriba de cacharros.
Algunos van aprendiendo a cocinar y recoger después.
A mí no me molesta que los hombres entren en los espacios
tradicionalmente reservados a las mujeres, lo que pasa es que siempre se invade
aquello que es más cómodo. Por eso, el siguiente paso que deberían hacer es
pasar a ser camareros de piso en los hoteles, por ejemplo. Mientras, nosotras a
invadir los espacios reservados tradicionalmente para los hombres, los cómodos,
por supuesto, como directivas.
Lo dicho, prefiero que cocine y me sirva la comida un hombre
y si puede ser con sólo el delantal puesto y nada más. De lo otro me encargo
yo.