Algo anda mal cuando empiezas a echar piropos a diestro y siniestro.
Bueno, exagero un poco, ya que no es muy habitual; pero, a veces, de una forma
maravillosa e incomprensible, ocurre: de repente vas andando por tu calle camino
del portal y ahí está, desocupado, sin nada ni nadie alrededor y tú andando
hacia él, mirando asombrada por lo que tienes delante: estupendo, tremendo, de vicio y, entonces, lo sueltas,
con descaro, sin reprimirte, sin vergüenza: “mecachis la mal, guapo, macizo, estás para hacerte un monumento o para hacerte una foto (y se la haces), pedazo de hueco pal coche y yo andando”. Y sí, lo hago, le
echo unos cuantos piropos bien dados, y con eso me quedo; porque, maldita sea
mi suerte, siempre que voy en coche no se me aparecen esos pedazos de huecos
para aparcar en mi calle. Alguna vez, casi no lo recuerdo, he logrado hacerme
con uno. Y cuando pasa, me lanzo sobre él sin contemplaciones, sea como sea; y lo
meto, vaya que si lo meto y me monto encima de ese pedazo de hueco. Ayyy, qué
gustito da, entonces y lo poco que dura!
lunes, 21 de octubre de 2019
martes, 1 de octubre de 2019
MALDITO EMPONDERAMIENTO = RABIA
Sí. Maldito porque creo que por delante de ese
emponderamiento están los derechos de todos, entre ellos los laborales y las
más afectadas por ello pueden ser las propias mujeres.
Uno de los palitos que sacaba del agua |
Este emponderamiento nos puede hacer mucho daño sobre todo
si olvidamos que podemos ser iguales en derechos, pero no somos iguales
biológicamente.
Muchas veces he señalado que trabajo en un mundo de hombres,
masculinizado hasta las primeras oposiciones. Logré mi plaza en la ciudad en la
que residía. Vigilante de Dominio Público cuya labor podía asemejarse a un
administrativo, rezaba el Plan de Prevención; por tanto, casi sin riesgos y sin
esfuerzos.
Pero estaba muy lejos de la realidad. Allí me planté yo, con
menos de 50 kilos y 1,60 de estatura, pero con unos brazos, alimentados por la
natación del verano y la musculación, con los que lograba una fuerza similar a la de
mis compañeros. Podía coger ganchos de hierro de 5 metros que pesaban más
de 10 kilos, uno de ellos situado por encima de mi cabeza, para luego arrastrar
del agua algas, troncos y demás porquería lanzada por cualquier imbécil que
cree que el agua se deshace de todo. Arrastraba cosas que podían pesar mucho
más que yo. Y podía, claro que podía, al igual que ellos.
Durante años todos nosotros hemos sufrido contracturas,
lesiones musculares que nadie reconocía como una consecuencia laboral. Hasta
que me harté y lo comuniqué a prevención. Al final el plan incluyó la
realización de esfuerzos puntuales. Puntuales…. Pero son diarios.
Hoy, una de mis cervicales está destrozada. La causa más
probable sea ese gancho por encima de mi cabeza que manejaba cada día. No
quiero mencionar que ese punto era conflictivo debido al mal diseño ejecutado
por alguien, supongo, muy diligente y bien considerado en el Organismo.
Sí señoras, me he emponderado, he hecho lo mismo que los
hombres y hoy tengo una lesión de por vida.
¿No hubiese sido mejor ponernos de acuerdo todos los
trabajadores para solicitar unas condiciones laborales adecuadas y una
seguridad que impidiese tantas lesiones?
Creo que sí. Pero no lo hacemos porque, como suele decirse, antes se hacía y no queremos que
alguien crea que no podemos hacerlo.
Quien habla de empoderamiento son mujeres
sentadas en una silla preocupadas por ascender más alto, olvidando que hay
mujeres haciendo esfuerzos, que pueden lesionarse con tanta soflama; que no ayudan a las que meten músculo, sino a sí mismas.
Hoy me muerdo las uñas pensando que no debí hacerlo, que
nunca debí hacer aquel trabajo no marcado por prevención. Nunca podré volver a
hacer cosas que me gustan, saltar, montar en atracciones, dar volteretas…y tantas que hacía con mi hija y sus amigas;
hasta leer es un ejercicio dificultoso. Muchas diversiones quedaran en el
recuerdo y en la rabia.
Y todo gracias al puñetero emponderamiento y a la falta de
acuerdo por unas condiciones dignas que ni siquiera el Estado cumple. Y no lo cumple porque hay quienes se empecinan en no dar problemas al de arriba para estar muy bien considerado, aunque las cosas se hagan mal.
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