Algo anda mal cuando empiezas a echar piropos a diestro y siniestro.
Bueno, exagero un poco, ya que no es muy habitual; pero, a veces, de una forma
maravillosa e incomprensible, ocurre: de repente vas andando por tu calle camino
del portal y ahí está, desocupado, sin nada ni nadie alrededor y tú andando
hacia él, mirando asombrada por lo que tienes delante: estupendo, tremendo, de vicio y, entonces, lo sueltas,
con descaro, sin reprimirte, sin vergüenza: “mecachis la mal, guapo, macizo, estás para hacerte un monumento o para hacerte una foto (y se la haces), pedazo de hueco pal coche y yo andando”. Y sí, lo hago, le
echo unos cuantos piropos bien dados, y con eso me quedo; porque, maldita sea
mi suerte, siempre que voy en coche no se me aparecen esos pedazos de huecos
para aparcar en mi calle. Alguna vez, casi no lo recuerdo, he logrado hacerme
con uno. Y cuando pasa, me lanzo sobre él sin contemplaciones, sea como sea; y lo
meto, vaya que si lo meto y me monto encima de ese pedazo de hueco. Ayyy, qué
gustito da, entonces y lo poco que dura!
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