sábado, 8 de septiembre de 2018

LOCURA DE FRIGORÍFICOS

Está claro que algunos adelantos no están hechos para mí, ni para otras malas mujeres. Supongo que habrán visto esos preciosos frigoríficos, brillantes, con cristales, monísimos de la muerte.

Yo no puedo con ellos. Imposible, estaría pensando todo el día que debería coger la bayeta y pegarla a la mano para intentar limpiar todas las marcas que dejan el elenco de seres que ponen sus manos sobre él. Por supuesto, sólo lo pensaría. Más luego los dibujos sobre él, los imanes, chorradas varias; no sé qué tienen las puertas de los frigoríficos que son un atractivo genial para la imaginación.

Sin embargo, parece que lo de las notitas va a pasar a la historia porque están surgiendo frigoríficos tan inteligentes que te dicen lo que se caduca y no sé si también lo que te hace falta comprar; además, puedes mandar mensajes a través de él en lugar de dejar el papelito.

Y claro, cuando te pones a pensar, malamente, te imaginas al frigorífico diciéndole a un tío: te faltan huevos. Ahí me parto.

Luego está la parte caótica de las vidas de cada uno. Por ejemplo, un frigorífico inteligente en mi casa se volvería loco porque cuando están mis hijos la nevera está llena. Cuando se van, comienzo el ritual del perolón para tres días y las latitas de cerveza por todos lados; me imagino, entonces, al frigorífico venga decirme: te falta esto, te falta lo otro, que me has metido que pesa tanto; haz el favor de comer como es debido. Loco, lo volvería loco cada 15 días.

Los adelantos tecnológicos son la leche. Pero hay algunos que no logro entender. Por ejemplo, aplicaciones para ayudarte a hacer la compra en función de los consumos habituales: ¿Cómo puñetas calcularán cuándo necesito el papel higiénico? Mejor ni lo pienso.

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