Al cabo de un tiempo, íbamos en el coche cuando el cielo nos puso en la misma tesitura. Volvimos al debate, él dijo llueve; yo, para cambiar el discurso, añadí categórica “no, caen gotas”. Ahí me di cuenta que algo no andaba bien; empecé a reírme como si se acaba el mundo.
Volvió a ocurrir en otra ocasión y en fue le momento en el que decidí echar mano de mi amigo Google. Para mi sorpresa apareció la discusión de dos niños sobre
este tema que, además, se había hecho viral.
Así que he decidido no volver a discutir sobre si llueve o
chispea, no vaya a ser que alguien me escuche y piense que algo va mal en mi
cabeza o que me estoy haciendo niña.
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