Suele decirse que hay una justa medida para cada cosa. Pero las malas mujeres no andamos bien en estas lides, sobre todo, cuando se trata de hacer algo en casa que nunca hemos hecho o muy pocas veces se nos ha ocurrido. Sé perfectamente lo que hace la lejía con la ropa, lo sé. Sin embargo, mi amiga, otra mala mujer, pero muy mañosa para la cocina y otras cosas, me enseñó cómo lavaba la cazadora de su hija repleta de manchas, con agua y un poco de lejía.
En alguna ocasión he dicho que me encanta mancharme; en
realidad, quiero decir que no soy cuidadosa, no es que lo haga a propósito,
sino que sale así, me mancho. Y en el trabajo me mancho mucho más. Y al ver
cómo lo hacía mi amiga, yo, ni corta ni perezosa, me puse en acción con una
camiseta del trabajo ¡Menos mal! El resultado es de lo más original y
concluyente; pero lo peor de todo es que las manchas siguen ahí.
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