martes, 23 de mayo de 2017

¿A DÓNDE VAN MIS BOLSAS?

Sigo dándole vueltas al mecanismo cerebral por el cual lleva una bolsa blanca colocada en el reposabrazos de mi sofá alrededor de tres semanas y una bolsa negra estrujada, dando vueltas de un lado a otro del salón según va molestando en ciertos menesteres, casi la misma cantidad de días.

¿Por qué? ¿Por qué no las recojo de una puñetera vez? En lugar de ello me recreo viéndolas ahí y diciéndome a mí misma, ya lo haré. ¿Será porque no sé cuál es su lugar? ¿Será que pienso que un día estarán ahí para servirme de algo?

A veces pienso que se ha instalado en mi cabeza aquello de: “A quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga, yo soy así y así seguiré, dejando bolsas por doquier”.

En realidad estoy segura de que mi cerebro funciona de una manera: las cosas no son ordenadas, nos empeñamos en ordenarlas.

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