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Toca consolarlo |
La naturaleza te habla y te dice cosas que pasan, y mucho.
Primero las persigue, luego logra que se rindan, les lame el chumino y después
nada de nada, se sientan en el suelo. Es lo que le pasa a mi pobre perro que
anda como loco detrás de perras y perros, le da igual, con doce años ya no está
para esas menudencias. Sin embargo, continúa. Da pena verlo cómo logra
rendirlas, las hace disfrutar (supongo) y luego se queda con las ganas. Es lo
que hay. Yo ya le digo que la cuestión es ir probando, que no se puede avasallar.
Pero anda con prisas y cada vez que salimos de paseo anda oteando el horizonte
en busca de una perrita. Yo dudo que pueda lograrlo; los años no pasan en
balde; también es un suponer. Aunque yo le dejo porque, por otro lado, pienso
que las perrillas se van tan contentas para casa; me figuro que cierto
gustirrinín tendrán y lo que hace mi perro es distribuir un ratito de felicidad
por el mundo canino. Lo malo es que hay una perrita que se pone loca cada vez
que lo ve: se tumba panza arriba esperándole. Sin embargo, su dueña ha decidido
darse la vuelta en cuanto nos ve llegar de lejos o de cerca. Coge a la perrilla
en brazos y la pobre se queda mirándonos con carita de pena.
Sí, un poco se me va la pinza. Debe ser el verano. Pero
encuentro ciertas similitudes en el mundo animal.
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