Acaban de finalizar las fiestas de Tudela, con todos esos
actos tradicionales, algunos de hace 30, 40 o 50 años, y en el único que he
participado es en la revoltosa. Para quien no la conozca consiste en correr al
ritmo de la música de la banda alrededor del quiosco de la plaza. Yo lo hago
para probarme. Este año he conseguido aguantar toda la revoltosa sin parar,
ganando así a mi hija y a su amiga. Esta última vino acompañada de su abuelo
con el que tuve una conversación muy
enriquecedora.
Previamente a la Revoltosa, se baila el baile de la era y la
jota de Tudela, recuperadas hace unos años. El abuelo y yo observábamos su
desarrollo, cuando en un momento dado se arriesgó y comentó que era un poco
aburrido. Asentí señalando que había bailes tradicionales más animados.
Entonces continuó señalando que las tradiciones están bien, pero no todas y,
por supuesto, muchas hay que entenderlas enmarcadas en su época. Después me
sugirió la imagen de los tiempos en los que se bailaba sin luz, sin aparatos,
sin tecnología; la gente, en los días de fiesta, llegando a casa al anochecer
después de bailar y comentando ¡vaya noche de juerga, que desenfreno, estoy
agotado! Me hizo reír porque pienso igual. Supongo que dentro de 100 años lo
tradicional será el rock y la música electrónica, el chunda, chunda etc.
Al final, dos generaciones opinando lo mismo y a
contracorriente de los tiempos que todo lo recuperan, sea lo que sea y como sea. ¿Qué
pasa? ¿Somos una minoría permanente que se arrastra circulando por el lado
contrario, con mucha precaución?
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