lunes, 22 de enero de 2018

NO QUEREMOS SER UNA CARGA

Cada vez hay más mujeres que sienten que no quieren ser una carga. Madres que han visto cómo sus progenitores, hermanos o familiares se convertían en lo que no eran, en personas privadas de memoria, de capacidades y hasta de movilidad. Y ellas han puesto todo de su parte, han estado y están allí, porque alguien, algo, esa conciencia colectiva que todo lo puede y todo lo juzga, ha determinado que sean ellas quienes tiren del carro. Y tiran ¡Vaya si tiran! Despotricando y maldiciendo, pero tiran. Sin embargo, han decidido que no quieren que pase después, que ellas no dejarán ningún carro del que tirar.

Sorprende. Sorprende cuando te encuentras a una de esas mujeres porque todas dicen lo mismo: yo antes acabo conmigo,  yo antes me voy, yo antes me pierdo en el desierto, me meto en el mar. Buscan una salida para no ser la carga, esa carga que da la vejez a unos hijos que tienen que vivir y que mucha gente los considera hijos de Caín.

No, no son hijos de Caín por no querer llevar más carga de la que llevan. El problema es que la sociedad no está preparada para ello, para comprender que no es un problema familiar, sino social. Esas mujeres, también hombres, se han planteado la pregunta: ¿y cuando me toque a mí? Y el objetivo: la libertad de sus hijos. No en vano, según los últimos datos, el mayor índice de suicidios se da en los mayores de 60 años.

La sociedad ha considerado que es un problema familiar, incluso en los propios servicios sociales pueden llegar a escuchar: ¡Vaya la que te ha caído! No, no le ha caído. Si alguien está enfermo, como sociedad, hemos impulsado la sanidad pública (vale que anda en horas bajas), para nuestros pequeños la educación pública… Dejamos en manos de profesionales estos aspectos. Si embargo, todavía esta sociedad entiende que los mayores son responsabilidad de los hijos, más de las hijas, y cuando esto no se produce, cuando echan mano de residencias, si es que pueden, hay quien aprecia abandono por su parte. Y no es así. Los hijos pueden darles cariño, pero no pueden atenderles. La dependencia es un hecho biológico y ya es hora de que estemos preparados para ello.

 

 

sábado, 13 de enero de 2018

OLÉ POR LAS FRANCESAS!

Me gusta la postura de las francesas ante el bombardeo de las actrices americanas (será que tengo algo de francesa, no en vano mi madre lo es). Habrá quien no opine del mismo modo, lo entiendo, aunque no comparto; respeto, aunque mi visión sea otra, de aperturismo sexual, de convivencia con los hombres. Por eso quiero resaltar dos párrafos:

“Esta fiebre para enviar a los "cerdos" al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, en realidad sirve a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y los que creen -en nombre de una concepción sustancial de la moralidad buena y victoriana- que las mujeres son seres "separados", niñas con una cara de adulto, que exigen protección”.

Así lo he considerado siempre. El problema de las mujeres y, también en parte, de los hombres, está en los extremistas religiosos, en la moralidad convencional que ha teñido nuestras mentes de un rechazo al sexo como algo pecaminoso para la mujer, cuando, del mismo modo, disfruta de él, así como el hombre al que se le ha metido en la mollera la imagen de macho fornido, aunque fuera sentimental.

Por eso me encanta este párrafo:

“Sobre todo, somos conscientes de que la persona humana no es monolítica: una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar siendo el objeto sexual de un hombre, sin ser una puta ni una vil cómplice del patriarcado. Puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si se considera un delito. Ella incluso puede considerarlo como la expresión de una gran miseria sexual, o como si no hubiera ocurrido”.

Efectivamente, en lugar de colocarnos siempre como víctimas debemos autoafirmarnos y reírnos de su miseria, avergonzarles socarronamente de su incapacidad sexual y de su escaso atractivo para lograr que una mujer se fije en ellos. Porque nosotras elegimos, señoras, nosotras decimos quién será el padre de nuestros hijos, aunque nos equivoquemos.

Si un tío te gusta, señoras, te mira y pretende robarte un beso, literalmente, se te caen las bragas. Esto proviene del hecho de que nunca a la mujer se le ha dejado la iniciativa, sino que tenía que ser el hombre. Aquélla que iba hacia delante era tildada por hombres y por mujeres como una fresca. Pues señoras tomemos la iniciativa y, perdonen los hombres, se acojonan. Como nos dé por autoafirmarnos no sé yo quién acaba en el ribazo sin darse cuenta.

“Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio hacia los hombres y la sexualidad”.

 A mí me gustan los hombres, pero los de verdad.

domingo, 7 de enero de 2018

PROPOSITOS PARA 2018 ¿IMPOSIBLES?

Comienza el año y hay que hacer propósito de enmienda o de lo que sea. Así que como buena mala mujer, qué contradicción, intenta proponerse proyectos. Pero la verdad no salen muy bien desde el inicio. La contradicción campa a sus anchas en la cabeza. Nada, que no me salen


1.      Portarme como una buena mujer…. un poquito…  JA, JA, JA!

2.      Tener las cosas en su sitio para encontrarla a la primera o segunda. Pero claro, las cosas tendrían que tener un sitio y eso es complicado. Bueno con encontrar las llaves y las gafas. Buff! Ya me canso

3.      No cabrearme con las decisiones de algunos políticos ¡Jolín! Pero si ya estoy pensando en poner una queja en el Ayuntamiento y en el trabajo (esto es el Estado)…. Bueno, las pongo y ya luego me río.

4.      Cambiar mi medio de lucha para cambiar las cosas ¡Vaya! Esto no cuadra con lo anterior. La estoy liando.

5.      Algo más fácil: no hablar tanto de sexo. Y eso ¿por qué? A ver… ¡Qué tontería!

6.      Dejar de fumar. Bueno, pero en realidad eso me lo he propuesto para los 50.

7.      Ir a la peluquería….¡Qué pereza! Pero lo haré

8.      Definir qué hago con mi vida ¡Anda que… ya se me está yendo la pinza..

9.      Pues nada, encontrar la pinza.

10.  Creo que lo mejor será empezar a pensar lo que planearé para el 2019 porque el 2018  MEJOR LO VIVO



martes, 2 de enero de 2018

BUSCANDO ESA ZAPATILLA PERDIDA

Es invierno y es tiempo de zapatillas y sofá. Sin embargo, no logro hacerme con el mecanismo mediante el cual se produce una situación muy particular: vas andando por la casa en zapatillas; de repente miras hacia abajo y sólo hay una zapatilla en tus pies; o cuando estando sentada en zapatillas te levantas, vas andando y te das cuenta que sólo hay una, la otra, nadie sabe dónde fue.

A mí me ha ocurrido varias veces. Se preguntarán si estoy loca. Pues sí. Me vuelvo loca cuando ocurre porque tengo que buscar incansablemente. Si fuera un ciempiés podría entender que perdiera una zapatilla, pero teniendo sólo dos es un poco demencial. Solo ocurre cuando llevas zapatillas que no tienen talón, que van sueltas y al andar acaban siendo lanzadas con la fuerza del paso u olvidada en algún inhóspito lugar.

Los físicos tendrán sus teorías para encontrarlas con cálculos sobre dónde pueden llegar en función de la fuerza y la masa, pero yo utilizo la técnica de ponerme otra zapatilla distinta hasta tener tiempo para buscar la otra. Lo curioso es que mi cabeza no cambia la zapatilla que me queda, sino que ando por casa con una zapatilla distinta en cada pie, en lugar de ponerme las dos de repuesto o, en su defecto, si es verano, ando con una sola zapatilla. A esta actuación no encuentro explicación posible.

Cada vez que me pasa hago lo mismo y acabo de igual forma, riéndome porque no hay forma de encontrar la puñetera zapatilla y tampoco nos preocupa demasiado a las malas mujeres. Quizás esté relacionada con aquella otra zapatilla que, insistentemente, volaba desde la mano de mi madre y que nunca supe cómo recuperaba. No estaba allí para verlo ¿Y vosotros?