Sorprende. Sorprende cuando te encuentras a una de esas
mujeres porque todas dicen lo mismo: yo antes acabo conmigo, yo antes me voy, yo antes me pierdo en el
desierto, me meto en el mar. Buscan una salida para no ser la carga, esa carga
que da la vejez a unos hijos que tienen que vivir y que mucha gente los considera
hijos de Caín.
No, no son hijos de Caín por no querer llevar más carga de
la que llevan. El problema es que la sociedad no está preparada para ello, para
comprender que no es un problema familiar, sino social. Esas mujeres, también
hombres, se han planteado la pregunta: ¿y cuando me toque a mí? Y el objetivo:
la libertad de sus hijos. No en vano, según los últimos datos, el mayor índice
de suicidios se da en los mayores de 60 años.
La sociedad ha considerado que es un problema familiar,
incluso en los propios servicios sociales pueden llegar a escuchar: ¡Vaya la
que te ha caído! No, no le ha caído. Si alguien está enfermo, como sociedad,
hemos impulsado la sanidad pública (vale que anda en horas bajas), para
nuestros pequeños la educación pública… Dejamos en manos de profesionales estos
aspectos. Si embargo, todavía esta sociedad entiende que los mayores son
responsabilidad de los hijos, más de las hijas, y cuando esto no se produce,
cuando echan mano de residencias, si es que pueden, hay quien aprecia abandono
por su parte. Y no es así. Los hijos pueden darles cariño, pero no pueden
atenderles. La dependencia es un hecho biológico y ya es hora de que estemos
preparados para ello.
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