viernes, 2 de marzo de 2018

LLAMAME PUTA

Porque sí; porque como mala mujer soy una puta. Lo soy y no me importa, porque el apelativo me lo has puesto tú y por eso estoy orgullosa de ello.

Sí, llámame puta porque me gusta pensar que soy libre para vestirme como quiero, para pensar como quiero, peinarme, si quiero; para desear, sentir, manifestarme, reírme, saltar, salir, emborracharme si quiero, provocar y que me provoquen.

Llámame puta, que no me molesta; porque esas connotaciones que tú ves yo no las veo. Porque hago lo que quiero con quien quiero y cuando quiero. Porque puedo tener una pareja o tres (ojalá diera para tanto, que la cosa está malita). Soy puta porque no sigo la corriente que tú quieres imponerme. Porque no soy buena ama de casa, ni madre ejemplar, porque me gusta silbar por la calle, corretear y hacer piruetas, gritar exabruptos en el coche, me gusta bromear sobre sexo y, de paso, fanfarronear;
porque me masturbo, si me apetece, y hasta me lo paso bien; lo reconozco, soy una puta. Porque si un día un hombre me entra por el ojo, a lo mejor me acuesto con él y luego, si te he visto no me acuerdo, cada cual con su vida. Porque me gusta provocar en todos los sentidos; porque, a pesar de los años, sigo siendo y sintiéndome mujer; mala, pero mujer.

No me gusta que me digan cómo debo ser mujer, cómo debo comportarme para ello, porque ser mujer es ser una misma, porque a nadie hago daño, sólo a los espíritus que consideran que está mal lo que yo hago porque creen tener el imperio de la verdad y de las buenas formas. A mí me gustan mis formas: libres de manuales.

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