Siempre en mi recuerdo |
Mi padre y mi madre me dejaron la misma libertad que a mi
hermano, cuando fuimos adolescentes. Cierto que yo la aproveché más. Ningún
reproche.
Mi padre iba a buscarme a la fiesta donde estuviese, me aconsejaba
que no hiciera auto stop, que él estaba dispuesto a ir a buscarme a cualquier
hora; pero yo lo hacía, y si no me paraban, le llamaba desde una cabina y allí,
al rato, aparecía él, con una sonrisa y algún consejo.
Recuerdo aquel día que me pilló la vaca haciendo el gamberro
en fiestas. No logró meterme el cuerno porque pasé entre ellos debido a que soy
delgada, y luego, un quinto mío, Juan Pablo, la llamó y me la quitó de encima; porque la condenada se
había cebado conmigo. Me llevaron al médico por los golpes recibidos, que eran
muchos y variados; al poco llegó mi padre a la consulta y con una sonrisa me
dijo: “qué hija de tu padre eres!” Tras unas horas, me fui otra vez de fiesta.
Cuando me fui a la Universidad, a Madrid, se sintió muy
orgulloso porque me iba a buscar la vida sola, aunque me echaba de menos. Vino
alguna vez a uno de los pisos alquilados y me enseñó a arreglar persianas.
Todavía las arreglo y me acuerdo de aquel día.
Cuando regresaba al pueblo nos íbamos a tomar cañas, juntos,
al bar de su amigo Recaredo, que siempre le estuvo muy agradecido por lo que
había hecho por él; luego nos íbamos al bar Elía, que era de mis primos. Le encantaba salir
conmigo y que le pagase la consumición. Pocos padres podían decir que salían
con su hija de cañas.
Fue el mejor padre y el mejor marido. Hasta el último
momento pensó en ella, en mi madre, siempre recordándome que, quizás, no había
hecho suficiente por ella.
Por eso mi padre no era machista.
¿Será el tuyo?