Pero está claro que ese afán de posesión, ese hasta que la
muerte nos separe, ha hecho mella en muchos hombres y, no niego que, quizás, en
algunas mujeres.
Una actitud que, además de estar anclada en la moralidad, me
sugiere, en cierta forma, otras reminiscencias. Se trata de una actitud poco
evolucionada: la lucha de un macho por una hembra, mientras ella permanece a la
espera. Decide la fuerza.
Sin embargo, el hombre ha evolucionado y la mujer hoy sí
decide. Las mujeres hemos evolucionado y decidimos con quién o con quién no
queremos estar y de qué manera. Eso cuesta asumirlo, por algunos. Pero tendrán que hacerlo, si no quieren quedarse atrás. Los seres racionales evolucionamos. Otros aún están estancados en su
moralidad y en su animalidad.
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