sábado, 4 de febrero de 2017

RESPETO A SAMANTA

Me sorprende cómo han reaccionado muchas mujeres, mujeres sobre todo, al cometario de Samanta Villar sobre la maternidad y como ésta te quita calidad de vida. Y eso que no soy seguidora de Samanta. Pero estoy con ella. Yo puedo querer mucho a mis hijos, juego con ellos, vivo sus locuras y llego a comportarme como ellos. Pero no dejo de ser mujer y persona. Quienes la han criticado la han tildado de egoísta. No entiendo por qué esta sociedad trata a quien piensa en sí mismo como egoísta. Si te amas a ti mismo, de una forma sana, serás capaz de amar a los demás, decía Ortega y Gasset. Lo dijo Ortega y lo pudo decir perico el de los palotes. Porque así es. Pero juzgamos, de nuevo, bajo los prejuicios constantes de esta sociedad marcada por la familia como bien supremo. La familia tradicional. Si miramos a otros animales, la familia es un núcleo, cuidan y dejan ir a sus hijos libremente. Pero mientras tanto, son ellos, ayudados por la comunidad, en algunos casos, quienes los protegen. Porque saben que son el futuro.

Tener hijos supone la perpetuación de la especie. Admiro a quien decide no tenerlos porque es capaz de no necesitar verse reflejado en el futuro a través de los hijos. Se podría también tildar de egoístas a quien quiere tenerlos. Pero yo no voy a caer en ello. Yo respeto las creencias y opiniones y respeto a Samanta. Es necesario que haya quienes entiendan que los hijos son lo mejor y otros que no, pero eso no les hace ser mejores o peores. Tener un hijo condiciona tu vida en lo que puedes o no puedes hacer; en lo que gastas, en lo que eres. De hecho, sólo tenemos que pensar en nuestras madres y, ahora, en nosotros; en cómo nos abandonamos cuando llegan los hijos, dejamos de cuidarnos. Hoy cada vez menos, pero lo hacemos.

Curioso también es que valoremos el club de las malas madres, pero no lo que dice Samanta ¿Por qué? Muy simple, Samanta ha hecho no de mala madre, sino de mala mujer.

Y el que no quiera verlo que no lo vea; los hijos te dan muchas cosas, pero hay que saber reconocer que condicionan otras y no llevarse siempre las manos a la cabeza por opiniones que rompen con nuestros moldes.

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