Hoy quiero profundizar en la diferencia, sencillamente
porque si asumimos esa diferencia habremos dado un gran paso como humanidad. Es
la diferencia la que nos hace evolucionar, no la homogeneidad. Y nos hace
evolucionar en algo tan sencillo como la mentalidad, la idiosincrasia social
que domina algunos pueblos.
¡Ya te diría yo cómo estar felices los dos, ya! |
Y ahí andamos las malas mujeres rompiendo normas no
escritas, no de lo que llamamos educación, sino aquellas normas tan comunes y aceptadas
que nos repatean. Esas que te definen por la edad, sexo, raza, forma, grupo,
nacionalidad o lo que sea y no te dejan mostrarte tal como eres.
En realidad, las malas mujeres nos reímos de nosotras
enfatizando la ridiculez de las normas que algunas personas, hombres y mujeres,
se empeñan en defender como base social y que no hacen más que amparar una
perspectiva arcaica de las relaciones humanas. No queremos odios, ni reproches queremos
reírnos y disfrutar de nuestra condición, aunque las malas mujeres tampoco
pueden ser definidas. Hay tantas formas de ser mala mujer…..tantas como normas
existen. Y con nuestra risa y nuestra provocación, lograr que esas personas tan cerradas en su
cascarón, empiecen a replantearse qué puñetas hacen con su encorsetamiento.
Yo soy diferente, me gusta la provocación, tú eres diferente y es eso lo que
justamente nos hace iguales. No hace falta una guerra, tan solo entender algo
tan sencillo como que las cosas no son únicas y que todos andamos en un mismo
barco.
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