Desde ese inicio, hace casi tres años, las cosas han
cambiado. De aquellos momentos en los que me entretenía, contando con ironía,
mi desastre de mujer, donde señalaba las cosas con las cuales nos han juzgado,
tanto a mujeres como a hombres, ha habido un salto histriónico y perverso.
Muchas mujeres acusan a los hombres de todos sus males y
quieren infundir ese odio en las más jóvenes. Y el odio no es buen principio
para una mejor sociedad.
¿Por qué las mujeres no podemos reconocer la fuerza de los
hombres? Esa que nos ha protegido, ha luchado por nosotras; esa fuerza
entregada y cariñosa. No la fuerza que se vuelve contra nosotras, sino la del
compañero.
¡Tanto nos cuesta ver que la misma sociedad que criticamos
ha sido sustentada por nosotras! ¿No somos hijas de hombres y madres de
hombres?
Creo que existe machismo, pero no patriarcado. Un machismo
que no es el patrón, sino una actitud que se hace cada vez más irrisoria y
excluyente en nuestra sociedad.
Hay personas buenas y personas malas.
Yo me niego a denigrar y odiar al hombre, aunque tenga sus defectos, como todos.
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