miércoles, 30 de enero de 2019

A TOMAR POR CULO EL PERRO Y TÚ

Aun siendo una mala mujer, quiero hacer un alegato por esos hombres sufridos, por esos padres de familia que, antaño, llegaban a casa y se encontraban con su mujer, esperándolos, con los brazos cruzados bajo el pecho, el empeine golpeando el suelo al ritmo de la cantidad de reproches guardados bajo la expresión repetida durante el día: “Ya verás cuando venga tu padre”

Y el padre llegaba a casa después del trabajo. Mientras metía la llave en la cerradura, la mujer ya se había encargado de recordar la máxima y había adquirido la postura. Al atravesar la puerta, no había tiempo para más, comenzaba la retahíla: “ya era hora, seguro que te has tomando una cerveza con los amigotes y yo aquí aguantando a los niños. ¿Sabes lo que han hecho? ¿Lo sabes? Pues te lo voy a decir porque no te enteras de nada”. Luego, sin ni siquiera haber dado un paso hacia el salón, seguía: “A ver, qué vas a hacer al respecto, porque algo tendrás que hacer, no voy a ser yo siempre la mala ¿No vas a hacer nada? Te vas a quedar ahí como un pasmarote.

Y él miraba hacia el fondo del piso observando la cara asustada de sus hijos, medio escondidos, aterrados ante lo que podía venir, ante la amenaza que ,durante el día, había repetido la madre cansada.

Los hombres tenían que establecer un duro escarmiento sobre algo de lo que no tenían ni puñetera idea. Lo único que habían estado deseando durante la última hora era llegar a casa sentarse en el sofá, ver a sus hijos, darles un abrazo; pero había que establecer un dominio sobre las criaturitas.

Y si la parienta se calentaba demasiado, algunos hombres se volvían por donde habían venido, si tenían perro, se iban a pasearlo y, si no, a sacar la basura. Mientras, al otro lado de la puerta, se podía oír: y ahora te vas y me quedo otra vez; el día que me vaya yo,  verás. A ver cómo os las arregláis sin mí. Anda “a tomar por culo el perro y tú”

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