No esperaba empezar el año como pasé el último verano,
arreglando cisternas. A la mía le dio, para terminar el año, por echar esa
gotita continua que te saca de quicio.
Sí, pueden creerse que arreglaba cisternas; no es que me pusiese a hacer
competencia a los fontaneros para sacar un dinerito en verano, era que se
producía esa situación. Y tengo un testigo, Itzi.
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No he quitado ni la pegatina, pero casi me cargo la rosca. |
Me pasé el verano arreglando las cisternas del baño de las
mujeres de dos bares muy concretos. Ahora, no me pregunten por qué se estropean más en verano y justamente el de la
mujeres; quizás pueda existir una teoría, pero no es el momento.
La cuestión es mi cisterna. Las de esos dos bares era una
cisterna conocida por mí. Sin embargo, la mía, que sólo tiene dos años, era de
doble descarga. Con la confianza que me daba haber arreglado tantas cisternas,
me puse con la mía, pero la rosca no salía ¡Como va a salir! Y yo, dale,
empecinada, sin pensar, pasando por la rosca todas las herramientas posibles.
Hasta que se encendió la luz. “¡Hostia, Google!
¡Oye, mano de fontanero! Ahí estaba un video de cómo abrir
la dichosa cisterna. Hay que descargarla, cerrar el paso del agua, hacer que
baje una pestaña, quitar una y luego la otra. En un momento todo arreglado. Ya
lo sé para el próximo verano.
Tan satisfecha estaba que me dije, “a ver qué más hay que hacer”. Me vino
a la mente la pintura de la cocina y se me pasó el entusiasmo.