lunes, 2 de enero de 2017

UNA DE CISTERNAS PARA EMPEZAR EL AÑO

No esperaba empezar el año como pasé el último verano, arreglando cisternas. A la mía le dio, para terminar el año, por echar esa gotita continua que te saca de quicio.

Sí, pueden creerse que arreglaba cisternas; no es que me pusiese a hacer competencia a los fontaneros para sacar un dinerito en verano, era que se producía esa situación. Y tengo un testigo, Itzi.
No he quitado ni la pegatina, pero casi me cargo la rosca.

Me pasé el verano arreglando las cisternas del baño de las mujeres de dos bares muy concretos. Ahora, no me pregunten  por qué se estropean más en verano y justamente el de la mujeres; quizás pueda existir una teoría, pero no es el momento.

La cuestión es mi cisterna. Las de esos dos bares era una cisterna conocida por mí. Sin embargo, la mía, que sólo tiene dos años, era de doble descarga. Con la confianza que me daba haber arreglado tantas cisternas, me puse con la mía, pero la rosca no salía ¡Como va a salir! Y yo, dale, empecinada, sin pensar, pasando por la rosca todas las herramientas posibles. Hasta que se encendió la luz. “¡Hostia, Google!

¡Oye, mano de fontanero! Ahí estaba un video de cómo abrir la dichosa cisterna. Hay que descargarla, cerrar el paso del agua, hacer que baje una pestaña, quitar una y luego la otra. En un momento todo arreglado. Ya lo sé para el próximo verano.

Tan satisfecha estaba que me dije, “a ver qué más hay que hacer”. Me vino a la mente la pintura de la cocina y se me pasó el entusiasmo.

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