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Mi bar de abajo. En Madrid era el PER MAR en la calle
Eugenia de Montijo ¡Que recuerdos! |
El bar de abajo o el bar de reunión o el bar de la partida,
me da igual, ese bar de referencia siempre ha sido un bar de hombres. Hoy las
cosas van cambiando. Poco a poco. Las malas mujeres vamos al bar de abajo y
¡vaya por Dios! nos juntamos con hombres, hablando entorno a una cerveza de lo
malas mujeres que somos, de los malo y lo divino, de cualquier cosa, de lo que
a ambos sexos nos han condicionado determinadas percepciones. No importa de lo
que hablemos, de si estamos de acuerdo o no, nos reímos, disfrutamos, hacemos
algo tan maravilloso como es convivir, contarse cosas, sean las que sean,
hablar, sonreír, brindar sin chocar las copas, porque no hace falta, porque
brindamos con la cercanía. No hay mejor forma.
Porras! Me estoy poniendo melancólica. La cuestión es que
ayer bajé al bar de abajo; una serie de vecinos hablaban sobre cómo tener la
casa de limpia, de planchar, de cocinar…; que sí…, que estaban hablando de eso,
aunque no se lo crean. Yo mostré mi filosofía casera, ya saben cuál. Al final,
uno de los que estaba allí, que me conocía poco, acabó diciéndome, gratamente
asombrado, que de dónde había salido una mujer como yo. Puñetas, del armario
donde nos habían metido durante siglos. Si es que las malas mujeres también tenemos
que hacernos visibles.
Va por nosotras y por los bares de abajo.
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