viernes, 16 de diciembre de 2016

SOBRE ZORRAS ASTUTAS

Recordad aquello: “no desearás a la mujer de tu prójimo” ¡Qué pasa…!, que me falta alguien! Claro, la mujer no debía tener deseos o, al menos, no se le reconocía. Y si los tenía era condenada y vapuleada. La moralidad cristiana siempre ha hecho que el protagonista de los deseos sea el hombre. Y ahí andamos, todavía liberándonos de las cadenas e igualmente maltratadas. Da igual lo que haga, lo que sea, importa la imagen que se cierne sobre ella.

Pues deberían algunos empezar a pensar que deseamos igual que los hombres y que no somos propiedad de nadie. En nosotras las hormonas también hacen su efecto y más cuando andan de subida o de bajada.

Pones zorra en google y vaya lo que sale. Pones zorro...
Las mujeres nos masturbamos y tenemos fantasías, ahora ya se sabe; aunque todavía cuesta hablar, porque siempre ha sido un tabú, incluso entre nosotras. Algunas lo achacan al patriarcado. Yo no lo achaco todo al hombre, sino a la moralidad que también ha impregnado su mirada hacia la mujer.

De hecho, la mujer que habla de ello con toda naturalidad deviene de golpe en un ser extraño, indecente, indigno, tanto para hombres como para mujeres, que tienen interiorizada esa mirada moral. Incluso las mujeres son más propensas a utilizar todo tipo de apelativos hacia otras mujeres.

Yo he conversado con hombres con el único objetivo de echarnos unas risas en cuanto a nuestra pobre actividad, porque creo que somos iguales y eso nos acerca. El deseo en la mujer se ha visto siempre como un pecado porque su rol debía ser otro, el de la entrega. Pues no, decimos basta a esa entrega constante, a ese olvidarnos de nosotras y sí a disfrutar de nuestro cuerpo, de nuestros deseos, de nuestras emociones y de lo que nos apetezca o no. Aunque luego nos echen pestes y nos llamen zorras; porque las zorras, como los zorros, también son astutas.

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