Nos gusta la sensación de libertad, cuando sentadas al
volante, observas de frente y es como si un enorme horizonte se abriera detrás
de ese cristal. Muchas veces me han dado ganas de apretar el acelerador, a lo
Thelma y Louise, y avanzar sin rumbo a cualquier parte. Pero sin lanzarme con
el coche por un precipicio, que estoy loca pero no tanto. Además, me apetece
disfrutar de mi coche que, aunque lo compré con 10 años, me encanta y tiene que
durar otros 5. Porque también nos gusta la temeridad, el riesgo y la aventura, aunque no sea una
cualidad.
A lo que iba, que a nosotras también nos gusta dirigir
nuestro destino y no ser sólo copilotos.
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