jueves, 6 de octubre de 2016

MI CAMARERA

Cuando eres una bala perdida, una mala mujer, hay siempre un alma gemela en algún lado. Y ahí estaba, debajo de mi casa, mi camarera, la que me ponía las cañas con dulzura diciéndome “qué tal cariño”. Luego llegaban los viernes, el día de la pinta y entorno a una o dos, conversábamos sobre lo divino y lo humano; más lo humano, no cabe duda, que nos va mucho más, pero que mucho más; aunque, actualmente, andemos las dos algo caninas en ese aspecto. Pero nos reíamos de nuestra suerte, ya nos despacharíamos a gusto y sin tregua cuando se presentara la ocasión. Mientras tanto, siempre se puede echar mano de algún juguete.
Y es que un o una camarera es a veces algo más que quien te pone las cañas, en este caso, mucho más. Justo cuando escribo esto suena Agradecido de Rosendo. Pues eso, que, ya sabes, tremendamente agradecida. No podrás servirme ya esas pintas los viernes, pero la próxima nos las tomamos en otro lado a ver si encontramos otra camarera que se una al clan de las malas mujeres o un mal hombre que no le importen las malas mujeres.
Sí, se ha ido mi camarera, no sé si alguno de vosotros congenia con ese camarero que está ahí, cuando tú estás de relax, que te escucha y, al final, comparte. Pero me alegro de que ya esté trabajando. Mucha suerte compi. Te echaré de menos y en cuanto pueda quedamos para reventar lo que haya que reventar. Acabo con “Maneras de vivir”, mi lema.
 

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