martes, 25 de octubre de 2016

YA ME PUEDEN VENIR POR DETRÁS

He triunfado al miedo. Son contradicciones de la vida. Hay miedos que, al final, te hacen ser valiente. A falta de masajes, me han puesto dos banderillas, una ayer y otra hoy. Para cualquiera esto es un hecho insustancial, pero para mí ha sido una gran victoria frente a la fobia y al miedo infantil. La vida te quita de un lado y te multiplica por otro. El caso es que yo tenía un miedo atroz a las inyecciones en el trasero. De cara pueden venirme, que les veo llegar, de hecho soy donante. Pero por atrás, como que no. Un miedo procedente de mi infancia cuando Don Juan, un practicante con cara de Franco, llegaba con sus agujas metidas en una caja de alcohol y sin miramiento alguno te las, literalmente, clavaba. A ella se unía una sala de espera con unos grabados espeluznantes de operaciones pasadas. Yo me ponía tensa como una piedra, me tenían que sujetar entre cinco o seis personas, a pesar de ser una pequeñaja. Me llamaba cobarde, mimada y no sé cuántas cosas más. Buff, cómo se molestaba mi madre.

Luego esta cobarde, pues lo he seguido siendo ante las inyecciones, se hizo valiente en otros aspectos, tanto es así que jamás me planteé la epidural, en ninguno de mis partos. Me decían que la suplicaría. No fue así. Después de Don Juan, todo era una nimiedad.

Desde pequeña no habían logrado ponerme una aguja por detrás, aguantando cualquier dolor. Ayer y hoy lo he hecho; aunque sigo con dolor, y necesitada de un masajito, he vencido al miedo. Nunca es tarde para convertirse en una valiente. Pero sin pasarse.

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