miércoles, 5 de octubre de 2016

TRABAJAR EN UN MUNDO DE HOMBRES

Cuando una mala mujer trabaja en un mundo de hombres, como es mi caso, adquiere ciertas costumbres de los mismos. Quizás es lo que me ha pasado a mí, que hablo un poquito como los hombres, me peleo como ellos, hago retos como ellos y fantasmeo como ellos ¡Qué más quisiera que echarme los polvos que digo! (esto tendré que mirármelo).
No he encontrado la foto de los troncos que me toca sacar

Pero poniéndome seria, si puedo. Al final haces en tu trabajo más que lo que cualquier hombre. Y si es cuestión física no te amilanas, pillas y te pegas la paliza para lograr lo que no es posible con 48 kilos de peso y 1,60 de estatura. Así me va, que acabo con unos brazos de un estibador y unas piernas de gallina.

A pesar de todo, ganas en perspectiva. Logras adentrarte en su forma de ser, en lo que piensan, en lo que sienten. Y si les digo la verdad, hay algunos hombres que los ves y parece que se van a comer el mundo, que todo les da igual, tatuados, musculosos y, al final, son tan tiernos como una barra de pan recién sacada del horno. Otros que se sorprenden de lo que una mujer puede hablar y hacer. Y observas que también hay algunos convencionalismos y prejuicios con los hombres. Va a ser que trabajar en un mundo de hombres te hace sentirte más fuerte, porque tú solita te sobras.

 

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